por Jaime Quintana
En un país donde ser de región, no estudiar en Santiago y no tener apellidos difíciles de pronunciar es siempre una desventaja, resulta relevante que se den signos de cambio en los criterios para la configuración de nuevas autoridades.
Todos los ministros y ministras son leales a la presidenta. No son manejados por los partidos ni por caudillos políticos, y responden a quien es la principal líder de la coalición.
A MEDIDA que la presidenta nombraba a su gabinete, una certeza se instalaba en la opinión pública. No se trataba de un nuevo gobierno de la ex Concertación. Ello no sólo por la presencia de Claudia Pascual en Sernam y de Víctor Osorio en Bienes Nacionales, sino por la coherencia entre quienes iban siendo nombrados y los desafíos programáticos de la Nueva Mayoría.
Ximena Rincón será el mejor puente para acelerar los principales proyectos del Ejecutivo. Heraldo Muñoz da garantías a todos de que Chile enfrentará de la mejor manera no sólo el fallo de La Haya, sino todo el escenario que se abre en materia internacional.
Nicolás Eyzaguirre es el ministro de Educación que puede conjugar su competencia técnica con habilidades políticas. Dada la tremenda relevancia de la reforma educacional, se requería un ministro que conozca de educación, que sepa cómo administrar los tiempos para implementar la reforma y que esté dotado de herramientas para el diálogo social. No había otro con mejores características que Nicolás.
Hay otra certeza que se instaló mientras la presidenta seguía nombrando a sus colaboradores más cercanos: las diferencias entre este gabinete y el actual son mayúsculas.
Es una distancia que no sólo da cuenta de la mirada de país que tenemos los que formamos parte de la Nueva Mayoría; también es una distancia de origen y del valor de lo público por sobre lo privado.
Un ministro del Interior que fue estudiante en la comuna de Cabrero y luego de la Universidad del Bío-Bío. ¿Quién lo hubiese pensado?
En un país donde ser de región, no estudiar en Santiago y no tener apellidos difíciles de pronunciar es siempre una desventaja, resulta relevante que se den signos de cambio en los criterios para la configuración de nuevas autoridades.
Sumemos con Rodrigo Peñailillo a Carlos Furche, un ministro de Agricultura de la Universidad Austral de Chile, y a la ministra del Deporte, Natalia Riffo, que estudió en la Universidad de Concepción.
No son anécdotas. Nada en estos nombramientos lo es. Todo el gabinete tiene el equilibrio que sólo Michelle Bachelet podía dar: experiencia y renovación.
La presidenta ha cumplido con dar a conocer los nombres antes del fallo de La Haya y ha tomado en cuenta para su conformación a muchas personas, pero, qué duda cabe, es un gabinete que tiene tres elementos que para la presidenta son esenciales. Primero: son personas intachables y probas. Segundo: poseen un alto nivel técnico y una habilidad política para los nuevos tiempos, que los pone en la dimensión de ser más buenos para escuchar que para dictar cátedra. Tercero: están profundamente compenetrados del programa y serán actores protagónicos para su cumplimiento.
Hay un último elemento: todos los ministros y ministras son leales a la presidenta. No manejados por los partidos ni por caudillos políticos, responden a la confianza de quien es la principal líder de nuestra coalición y del país.
El PPD ha sido honrado con seis ministros, pero los 23 son de nuestra responsabilidad. Vamos a trabajar para que a cada uno de ellos y ellas les vaya bien, porque es la única forma de ir en la dirección que el PPD no abandonará: el cumplimiento del programa presidencial para transformar Chile.