Un antídoto, el programa

Por Francisco Vidal

Vivimos momentos difíciles en la Nueva Mayoría. Aunque muchos lo oculten, es evidente que existe tensión. No es fácil coexistir entre siete partidos diferentes, que por primera vez en la historia de Chile constituyen la coalición más amplia que jamás ha existido en Chile. El Frente Popular de Pedro Aguirre Cerda expresaba el centro político a través del Partido Radical; a la izquierda unida a través de los Partidos Socialista y Comunista, y al movimiento social, a través de la Confederación General de Trabajadores. Pero no contó orgánicamente con la naciente Falange Nacional.

En el gobierno del Presidente Frei Montalva una de las oposiciones a este liderazgo fue, precisamente, la izquierda. Es decir el Frente de Acción Popular de la época, integrado por los partidos Socialista y Comunista. El Presidente Allende, encabezando la Unidad Popular, tuvo en forma creciente la oposición de la Democracia Cristiana y de sectores del radicalismo. El “milagro” lo logró la derecha y Pinochet, cuando en 1983 se creó la Alianza Democrática, fuerza que unía a la Democracia Cristiana y a sectores de izquierda, así como el Movimiento Democrático Popular, que unía a un sector socialista, al Partido Comunista y al MIR. El paso siguiente fue la Concertación por el No, de febrero del 1988, donde 14 partidos políticos de centro e izquierda convergieron para derrotar a Pinochet y a la derecha, sólo quedando al margen el Partido Comunista y el MIR. Este último prácticamente desaparecido como actor político. La Concertación fue eso durante 20 años, pero hoy en día es más que eso, porque incorporó, ya como Nueva Mayoría diferente a la Concertación, al Partido Comunista, al Movimiento Amplio Social y al partido -en formación- Izquierda Ciudadana. Solo quedan al margen en la actualidad a esta enorme coalición de centroizquierda -como ya dijimos, única en la historia de Chile por su amplitud- fuerzas como el Partido Progresista, la Izquierda Autónoma, Revolución Democrática, el mundo Humanista, ecologista y verde.

Por lo anterior el desafío de la Nueva Mayoría, al constituirse, fue importante. Reunir en una misma coalición, con un programa de gobierno común y con un liderazgo electo en primarias masivas y democráticas, a fuerzas que en la historia no solamente estuvieron separadas, sino que fueron antagónicas, constituyó sin lugar a dudas un gran desafío. Por eso es bueno recordar en momentos de tensión la historia de esta coalición.

Para el éxito de la Presidenta Bachelet, del gobierno y de la Nueva Mayoría, el apego al programa -elaborado de común acuerdo- es el único antídoto contra la división y las tensiones. En esto, todas las fuerzas políticas sin excepción tienen responsabilidad. El programa define orientaciones, objetivos centrales y estratégicos, y, por definición, no cabe en él ningún instrumento de carácter táctico. Por lo tanto, cumplir el programa es cumplir con la palabra empeñada a la ciudadanía en los grandes objetivos planteados por aquel, y no necesariamente convergencia total en los instrumentos para cumplir dicho objetivo. Así nos pasó, por ejemplo, con la reforma tributaria. Sin dudas fue distinto el proyecto que ingresó al Parlamento al proyecto que se promulgó. Pero mantuvo su esencia estratégica; es decir, recaudar tres puntos del PIB y que ésta fuera progresiva; pagan más los que tienen más. Lo mismo está ocurriendo con la reforma al binominal. Se podrá discutir el redistritaje y la composición del Senado, pero el objetivo es tener un sistema proporcional. Así ocurre y ocurrirá en los más diversos planteamientos estratégicos que conforman el programa de gobierno.

Por lo tanto, la principal responsabilidad del Gobierno y la Nueva Mayoría es no ir ni más allá ni más acá del programa acordado. Por ejemplo, la Presidenta Bachelet tiene razón al decir que no estaba en el programa la cárcel como sanción al lucro; pero Bárbara Figueroa también tiene razón en recordar que la reforma laboral comprende la titularidad sindical sin matices y la derogación del reemplazo en la huelga.

Si todos nos tomamos la “píldora del programa” bajará la tensión, bajará la agresión, y, lo más importante, no defraudaremos al 62% de los chilenos que votaron por Bachelet, por la Nueva Mayoría y por el programa.

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