Felipe Harboe es de los pocos dirigentes de la Nueva Mayoría que pueden decir que tiene una relación cercana con Michelle Bachelet.
Pero también es amigo de Rodrigo Peñailillo, el ex ministro del Interior que la Presidenta acaba de sacar de su gobierno.
Esta semana, Harboe se sintió en el incómodo rol de jamón del sándwich. Aunque asegura que vivió el cambio de gabinete como un observador, considera que el episodio fue “doloroso” para la Presidenta y para su ex ministro, pues puso fin a una relación de máxima confianza que se extendió por más de una década.
Sentado en su oficina del Congreso en Santiago, el senador PPD — que fue subsecretario de Interior en el primer gobierno de Bachelet— repasa cómo la Mandataria ha vivido estas difíciles semanas.
—En la entrevista que le hizo don Francisco, se vio a una Presidenta muy afectada emocionalmente…
Cuando la Presidenta anuncia las 72 horas, había emoción porque significaba hacer un cambio que ella sabía que iba a implicar a personas cercanas a ella, por eso se entiende su emoción.
Por otro lado, las formas de comunicar han ido cambiando… Mire lo que pasó en Inglaterra con el nuevo Primer Ministro, David Cameron, que anunció su gabinete por Twitter. Tenemos que acostumbrarnos a un mecanismo más inmediato.
—Entonces, la Presidenta se dio permiso para mostrar sus emociones.
—Ella siempre ha sido una persona que muestra sus emociones, que no anda aparentando cosas. Ese es uno de los atributos que la gente ha destacado. Lo que mostró ahí fue su espontaneidad, porque los momentos que debe haber vivido tienen que haber sido muy duros.
—Partiendo por el caso Caval que involucró a su hijo, Sebastián Dávalos.
—Difíciles, por la afectación tremendamente injusta de su honra y sus atributos producto de algo que hizo su hijo. Eso obviamente genera un problema, pero el problema más grande es el que se le generó a nivel familiar, porque estamos hablando de la crucifixión ciudadana de su hijo y eso, desde el punto de vista humano, debe ser muy fuerte.
—¿Actuó más como mamá?
—Al contrario, porque tomó la decisión no sólo de pedir la renuncia a su hijo, sino que además hizo un mea culpa señalando que había sido un acto imprudente.
—Pero se demoró en hacerlo…
—Más allá de la demora, lo importante es que se hizo y habla bien no sólo de la Presidenta, sino que también de la democracia. Porque recordemos que en este país se pretendió investigar al hijo de Pinochet y el Ejército se acuarteló. Hoy se investiga al hijo de la Presidenta y el país sigue funcionando.
—¿Este es el episodio más duro que le ha tocado enfrentar a Bachelet?
—Como Presidenta es el momento más difícil que le ha tocado, porque sin duda el cuestionamiento y enjuiciamiento público a un hijo, para una madre, debe ser un momento muy difícil.
—¿Esta situación se agravó porque quedó en medio de su hijo y Peñailillo?
—Puede ser, pero dada la magnitud de la situación, eso era menor. Creo que la afectación emocional tiene que ver con observar cómo la ciudadanía hace un juicio categórico respecto de una acción de su hijo. Y respecto de la diferencia que puede haber tenido con el ministro del Interior hay que entender que jugó un rol, y si eso le generó un ruido con la familia, es un problema muy delicado.
—A Bachelet le afecta el enjuiciamiento a su hijo, pero también que la gente no le crea.
—Las dos cosas, aunque lo primero es más importante. Pero también es muy injusto que una persona que, teniendo una trayectoria de austeridad y sencillez, al final del día —producto de esta situación que no es de ella— se le cuestione uno de sus principales atributos. No está en sus parámetros tener un gran estilo de vida. Por eso es muy duro que, en su atributo de la honra, se la haya golpeado tan fuerte. “Hizo un cambio en su equipo de confianza”
—Con la salida de Rodrigo Peñailillo la Presidenta terminó con su círculo de confianza. ¿Era tan grande la crisis?
—No sé de la profundidad de la fractura, pero cuando salen los ministros Elizalde, Arenas y Peñailillo, la señal que dio es que hizo un cambio en su equipo de confianza. Más allá de las diferencias que pudo tener con unos y otros, hay que hacer un reconocimiento porque se entregaron de lleno al regreso de Bachelet y trabajaron lealmente para ella. Alberto Arenas gastó todo su capital político en un proyecto de nuestra coalición, que era la reforma tributaria. Álvaro Elizalde hizo lo propio con el Acuerdo de Unión Civil. Y Peñailillo, más allá de su situación, será recordado como el ministro que terminó con el sistema binominal.
—¿Hubo desconsideración hacia ellos?
—Los presidentes tienen sus formas de relacionarse y nunca sabremos cuál fue el diálogo que se produjo entre la Presidenta y sus respectivos colaboradores, pero mi percepción es que las cosas con el tiempo irán decantando.
—Camilo Feres planteaba que Bachelet siempre hacía pagar a otros por errores suyos. ¿Comparte esa visión?
—Cuando los presidentes hacen cambios de gabinete, es porque consideran que se ha cumplido un ciclo.
—¿En quién se apoyará ella ahora?
—No lo sé, pero la Presidenta no gobierna solamente sobre la base de los afectos. También tiene confianzas políticas y por tanto sabe distinguir, y eso le permitió salir con un gran respaldo en su primer gobierno. Y confío en que va a recuperar la buena evaluación ciudadana con el esfuerzo del Gobierno y la clase política, porque su baja en las encuestas no sólo tiene que ver con una mala gestión o el caso Caval, también tiene que ver con la crisis de confianza.
—También se dice que ella es fría y sólo busca revertir los malos números, aunque ello perjudique a sus cercanos.
—Puede ser, pero creo que un Presidente debe ser capaz —y ella lo está demostrando— de prescindir de los afectos personales pensando en el bien común. Si ella consideró que para la etapa que viene tenía que hacer un cambio, incluso sacrificando sus relaciones personales, bueno…