Por Yolanda Pizarro Carmona Encargada de Género Comando Michelle Bachelet
Nos mueve el reconocimiento pleno de que Chile ha cambiado: nuestros hijos/as piensan, actúan y se vinculan con nuevos códigos, nuestras relaciones de pareja ya no están consagradas a ningún modelo religioso, ideológico o político exclusivo, sino al deseo profundo de querer ser respetadas en las formas en que deseamos construir familia o hacer política. En definitiva, cómo nos instalamos en la sociedad en todas sus dimensiones.
Somos la mitad de la población. En un importante porcentaje somos jefas de hogar, sabemos y tomamos decisiones sobre cómo hacer este trabajo, como lidiar con la vida laboral y con nuestro desarrollo personal. Somos lo que protegemos y protegemos a nuestras hijas/os, nuestro mundo privado y nuestros cuerpos. También nos cuestionamos sin temor cuando nos equivocamos y nos asombramos cuando aprendemos algo, nos conmueve la mirada de nuestra infancia desprotegida, las decisiones de nuestros jóvenes, las miradas cansadas de nuestras abuelas. Esencialmente somos justas y buscamos y aspiramos al beneficio de las mayorías.
Transitar de la protección a las garantías convoca al concurso de responsabilidades personales y sociales: si existe un Estado garante en temas centrales como educación, salud, trabajo, será nuestra responsabilidad como mujeres participar, hacer viable y legítima la institucionalidad que creemos debe existir en respuesta a una sociedad que ha cambiado.
Ser mujer en Chile hoy es distinto: ya no sólo queremos resguardo sino garantías de que cada uno de nuestros mundos estarán protegidos del abuso, de la falta de consideración, de las consecuencias del abandono, de la intolerancia a lo diverso, del privilegio de unos pocos por sobre las necesidades y deseos de todos/as.
Contar con un Estado garante es sinónimo de un Estado que se hace cargo de los cambios culturales respondiendo con una propuesta para un modelo de sociedad distinto. Los síntomas están a la luz de quienes quieran observarlos: conversaciones, movilizaciones, prácticas e ideas sobre el tipo de familia que se quiere construir, sobre los derechos sexuales y reproductivos, sobre la participación política, el cómo vivir en comunidad, sobre cómo queremos que se nos represente, la educación de nuestros hijos/as, el sistema de salud que merecemos, el trabajo en reconocimiento a nuestras capacidades, la construcción de una sociedad justa, inclusiva y respetuosa de la diversidad.
Transitar de la protección a las garantías convoca al concurso de responsabilidades personales y sociales: si existe un Estado garante en temas centrales como educación, salud, trabajo, será nuestra responsabilidad como mujeres participar, hacer viable y legítima la institucionalidad que creemos debe existir en respuesta a una sociedad que ha cambiado.
Tenemos derechos y compromisos. La democracia nos empoderó, construyó un sistema de protección vigoroso en materia de género y fue ese sistema el que hoy nos permite, en base a las nuevas condiciones culturales, avanzar en reformas profundas. La materialización de éstas exige el concurso de todas nosotras, la llegada de todas las miradas y no existe excusa para que nuestra voz no sea escuchada.