Ricardo Lagos Weber: “Creer que un gobierno de Bachelet será igual al anterior es no entender nada”

“Ella ha girado hacia la ciudadanía”, agrega molesto. Para él, lo responsable es darle cauce político al malestar de la gente. ¿Por qué? Aquí lo explica.

Es de los pocos parlamentarios concertacionistas que tienen un rol destacado en el comando presidencial de Michelle Bachelet. Y no es por cupo ni por formalidades políticas. La cercanía entre la ex Presidenta y Ricardo Lagos Weber viene desde la campaña presidencial anterior y se afiató cuando él fue el vocero de la primera Presidenta mujer. El le dice “la jefa”. Ella le tiene confianza, cariño, se entienden bien.

Lagos Weber llegó a trabajar en esta campaña en temas programáticos, específicamente en la reforma tributaria que Bachelet quiere impulsar para financiar cambios en educación y otras políticas sociales.

Para él es claro, dice, que el país cambió, que las demandas apuntan a un reacomodo más serio de las estructuras institucionales y que no hacerse cargo de eso o buscar soluciones parches es no entender el momento político y social que se vive.

–Hay preocupación por lo que muchos llaman una “izquierdización” de Michelle Bachelet y que eso aleje al país de la senda por la que ha caminado en estos años…

–Que quede claro: lo que hay es un giro ciudadano. Chile ha madurado muchísimo. Es un país al que le ha ido bien, va para arriba, pero el problema es que está yendo de manera desigual. Entonces, considerando que éste no es un país colapsado, al que haya que rescatar, tenemos que darle un cauce político a la demanda ciudadana e impedir que la gente pierda la fe en sus dirigentes, en la política, en las instituciones.

–Pero eso ya existe. Hay poca legitimidad hacia las instituciones y poca credibilidad hacia los políticos…

–Mi impresión es que hoy tenemos una demanda de derechos ciudadanos, de bienes públicos que, dada la actual estructura de poder en Chile, se hace muy difícil de cambiar. En ese sentido, Bachelet sintoniza con los cambios que el país requiere y se hace eco de la ciudadanía. La realidad muestra que en Chile hay una minoría que tiene derecho a veto sobre una mayoría. Eso es lo que está en crisis y lo que ha llevado a la gente a movilizarse y decir que está desilusionada del modelo. Jovino Novoa lo entiende bien. Nosotros creemos que lo serio es darle un cauce político a esa molestia.

–¿Y será posible hacer cambios estructurales, profundos, en sólo cuatro años?

–Muchos de estos temas no van a ser fáciles de abordar, porque tal vez no tengamos las mayorías necesarias, pero nadie podrá decir que no teníamos una impronta y una dirección. Por eso, la Nueva Mayoría que ha planteado Bachelet es tan necesaria.

–¿Pero qué posibilidad tendría Bachelet de hacerse cargo de tanta demanda ciudadana y de empujar esos cambios?

–Ella ha señalado que uno de los grandes problemas de Chile es la desigualdad. Y que, por tanto, hay que repensar las bases del modelo de desarrollo chileno. Léase, cambios estructurales como educación, tributación, nueva Constitución. Eso requiere de una nueva mayoría social y política. Y es lo que ella ha estado haciendo con su llamado a incorporar a otras fuerzas sociales, al PC y a Revolución Democrática. En cuarto lugar, Bachelet ha dicho que muchas de estas políticas no se agotan en un gobierno de cuatro años. Lo que está diciendo –y por eso esta elección es tan desafiante– es que convoquemos a esa mayoría social y política porque es necesario proyectarnos en el tiempo. Esto no es para los próximos cuatro años de Bachelet, sino que para los próximos ocho o 12 años.

–Usted dice que el que ha entendido bien el cuestionamiento al modelo es Jovino Novoa…

–Jovino Novoa me ha dicho que este sistema aguanta una vuelta de tuerca más. Con eso, entiendo, él está diciendo que coincide con parte del diagnóstico. Yo creo que no hay que darle vueltas a la tuerca hasta que se rompa el hilo. Tenemos que hacer cambios. Y el que crea que este gobierno de Bachelet va a ser el mismo de la otra vez, no entiende nada.

–¿Da por hecho que ganan?

–Soy optimista, pero no triunfalista. La elección va a ser reñida. La vamos a ganar en segunda vuelta con el raspado de la olla. No me creo el cuento de que la derecha chilena se haya achicado. Después del 30 de junio, cuando sepamos si el candidato será Pablo Longueira o Andrés Allamand, la derecha se va a volver a aglutinar y van a llegar al 40 por ciento de siempre.

–¿Y da lo mismo si es Longueira o Allamand?

–No. No da lo mismo. No son iguales.

–¿Cuál es más peligroso para Bachelet?

–No sé si son peligrosos… Son distintos. Longueira representa más a la derecha dura, al pinochetismo. Y pareciera tener más rechazo. Desde ese punto, uno podría pensar que le podría convenir más a Bachelet. Por otra parte, Allamand tiene un aspecto más liberal, pero es bien odiado por la UDI. Ese es un hándicap.

–Tal vez Allamand no tenga tanto rechazo ahora que Laurence Golborne apuntó a la UDI como la responsable de su caída…

–…El problema de Golborne es que habló tres semanas tarde. Ese discurso queda para ir a decirlo a las Islas Vírgenes mientras está en la playa. El tendría que haber hablado el mismo día que se lo faenaron. ¿De qué vale decirlo hoy? Encuentro que le faltó dignidad. Desde el punto de vista del impacto comunicacional, para develar lo que es la política, las cosas que a la gente no le gustan, entonces él, que se suponía que era el hombre distinto, debió haber hablado antes.

 

¿EL TEST DE LA GOBERNABILIDAD?

–¿No hay un poco de soberbia en el mundo bacheletista?

–¡Pero cómo va a haber soberbia, si te digo que vamos a ganar con el raspado de la olla! Lo que pasa es que cuando la gente escucha a Jovino Novoa criticando al gobierno porque a su juicio no tiene norte, no veo cuál es la razón por la cual los chilenos querrían elegir a alguien de la derecha nuevamente. Creo que, pese a todo lo que digan respecto a que Bachelet ya fue Presidenta de Chile, ella tiene mucho más frescor que un Allamand o un Longueira. Por lo pronto, es la única que ha puesto temas en la agenda.

–Perdón, todos los candidatos están hablando de los mismos temas…

–Yo veo que Bachelet pone contenido a los temas. Y lo que yo he visto de Allamand hasta ahora es un mono adolescente que cantaba. De Longueira he visto poco. En cambio, Claudio Orrego y Andrés Velasco sí tienen propuestas. Mi punto es que Bachelet es más innovadora.

–También hay quienes dicen que Bachelet no es la misma…

–Creo que hay una élite, y cuya opinión es legítima, que a lo mejor espera otro tipo de liderazgo. Por mi parte, quiero un liderazgo que pueda aglutinar mucha fuerza, y Bachelet tiene esa fuerza. Es cosa de recorrer Chile. La pregunta es si nosotros vamos a ser capaces de aprovechar ese liderazgo. Me refiero a si nuestros partidos van a entender que hay que alinearse y entender lo que hay que hacer.

–Ha costado….

–Sí, ha costado una enormidad.

–¿Por qué tanto?

–Porque cuando se trata de afectar intereses, es muy difícil… El tema de las primarias parlamentarias es un ejemplo, y la manera que tuvo Bachelet de enfrentarlo fue el correcto. Señaló un camino, y ese camino se terminó aceptando. Pero ella nunca golpeó la mesa. Sólo les dijo que exigía primarias. No amenazó a nadie. No tomó el teléfono. Ella tiene una lectura distinta de cómo ejercer el liderazgo. Al final, los partidos tuvieron que hacer lo que Bachelet les estaba exigiendo. Esa es una tremenda señal que habla bastante mejor que lo que hizo la UDI con Longueira.

–No se vio así…

–¿Sabes por qué? Porque a Bachelet se la mide con una vara distinta. Parece que todos ya la dan por Presidenta de Chile. Si es así, sería bueno que lo dijeran. Pero es cosa de ver lo que pasó, en esos mismos días, en la derecha. Prácticamente asesinaron a Golborne en cuatro días. ¿O alguien cree que lo de las Islas Vírgenes fue un acierto periodístico del diario El Sur? Luego sacan a Moreira y a la senadora designada Von Baer y los mandan al sur. Me parece que ésas son prácticas que a los chilenos no les gustan. Lo digo sólo para que nos ubiquemos a la hora de cargar la mano.

–¿La derecha se ha endurecido?

–Hay un sector de la derecha que se ha endurecido. La expresión más clara es lo que hicieron en el CEP. Ese era un lugar donde todos los sectores conversaban casi sin máscaras. Ahí generabas algunas confianzas, despejabas mitos… Pero si ahora el CEP va a estar dirigido por Harald Beyer, que fue acusado constitucionalmente y destituido como ministro, dime tú, ¿qué sentido va a tener para la oposición ir a esa casa que va a ser más como el Instituto Libertad y Desarrollo?

–En una lectura más política, ¿qué cree que significó ese cambio?

–La derecha dijo: “Aquí no se va a ceder un centímetro”. Y yo lo lamento. Porque no se está viendo que hay un sector de chilenos –que es mayoría– que no quiere seguir en un sistema que juega al empate permanente. Y si una minoría no está dispuesta a flexibilizar posiciones, eso sólo va a generar más tensión.

–El tema que da vueltas en ese mundo es si aquí se pondría en juego la gobernabilidad. Lo ha escuchado, supongo.

–Es que todas esas preguntas, que está bien que se hagan, tal vez tenían algo de validez hace siete años. Pero después de que Michelle Bachelet estuvo en La Moneda por cuatro años y se fue por la puerta ancha con un 70 por ciento de aprobación, no le veo sentido a esa pregunta. Menos aun si después de dejar La Moneda y estar tres años y medio a cargo de ONU Mujer, en que acá le han sacado la ñoña, ella sigue teniendo una gran adhesión ciudadana. Claramente los chilenos no tienen esa duda. La señora Juanita quiere a la señora Bachelet porque, entre otras cosas, sabe que gobernó re’ bien la vez anterior. Entonces, no es un tema. Me preocupa más con quién gobernarían Allamand o Longueira, que son el pinochetismo duro y puro.

–El tema de la gobernabilidad está puesto, desde los sectores conservadores, por el tipo de reformas que Bachelet quiere impulsar.

–Michelle Bachelet va a empujar todas aquellas reformas que, en su convicción personal, crea que son buenas y razonables para Chile. Insisto: a Bachelet ya la probamos como Presidenta. No hizo nada irracional. Y si ahora está planteando cambios estructurales es porque la ciudadanía y el país los requieren. Y ellos, en la derecha, también lo saben. Es responsable hacerlo. Ojalá lo entiendan. Nosotros no vamos a ir por el todo o nada. No somos maximalistas. Lo que me preocupa es que, al frente, hay un sector que levanta las barreras, arma su trinchera y se mete en el Congreso para decir: “¡De aquí no pasan!”.

–¿Hay un giro de Bachelet en el sentido de entrar a una etapa más confrontacional con el gobierno?

–Bachelet no volvió a Chile a pelear ni a descalificar a nadie. Otra cosa es que no vamos a dejar pasar el intervencionismo ni los ataques falsos. Hace unas semanas, le pedimos una audiencia al ministro del Interior para entregarle los antecedentes de intervención que le entregamos al contralor, y el lindo de Chadwick nos dice que la Contraloría ya le había mandado los antecedentes y que no nos iba a prestar La Moneda como caja de resonancia comunicacional. Perdón. No es que le “llegaron” los antecedentes. Lo notificaron de una investigación que está haciendo la Contraloría. Así que no se haga el pillín.

–Se dice que el ambiente político se ha crispado, que el escupo a Bachelet, los huevos a Longueira dan cuenta de ello…

–El gobierno se llena la boca con el desprestigio de la política, con que está tan alterado el clima político, pero tiene una ministra que agarra a garabatos a los parlamentarios y no le pasa nada. ¿Eso no es degradar la política? ¿Qué señal estás dando como autoridad? No es un tema menor. Pasa lo mismo con los niveles de intervencionismo electoral de este gobierno… Son realmente insólitos.

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