¿Cuánto y cómo influyó en nuestra política económica actual el hecho de que el modelo se haya desarrollado entre 1975 y 1982 aproximadamente, bajo una dictadura y no una democracia?
Lo que Chile hace entre 1975 y 1982 fue muy extremo. Fue pionero porque algo parecido, muy moderado, lo hicieron Ronald Reagan y Margaret Thatcher varios años después. Chile fue pionero en la aplicación de estas políticas tan extremadamente neoliberales y por lo tanto lo más probable es que eso no habría sido posible en democracia. Reagan y Thatcher lo hacen más moderado porque viven en democracia, por lo que tienen que transar y acordar y convencer incluso a sus partidarios. Aquí había que convencer a 4 o 5 personas. El mundo se corrió a la derecha en los ‘90 y 2000. Menem hace una reforma extrema neoliberal pero mucho más suave que la de Pinochet y lo hace cuando el mundo ya estaba corrido hacia la derecha.
Cuando usted habla de medidas extremas ¿A qué se refiere?
Por ejemplo, la reforma financiera es extrema en el sentido de que en un día, en abril de 1975, se privatizan los bancos, se libera la tasa de interés y todas las normativas y supervisiones y regulaciones prudenciales, se eliminan restricciones y prácticamente se le permite a cualquiera abrir un banco. Y para abrir un banco, uno debiera cumplir una serie de condiciones. Así, cuando llega la crisis de 1982-83 resulta que el principal banco nuevo creado en ese régimen tenía el 40% de la plata prestada a sus directores y sus familiares. O sea, ponen 8% de platas propias, recogen 92% del público y 40% del total lo entregan en créditos preferenciales a tus cercanos. Impresionante prueba del fracaso de los que decían que “el mercado sabe”; sabía aprovechar las filtraciones que se le permitan. Luego de ello, el gobierno se gastó el equivalente a 10-12 presupuestos de educación para rescatar a los bancos.
¿Antes de esta revolución neoliberal de Pinochet, Chile ya era desigual o esta reforma la intensificó?
La intensificó en números irrefutables. Teníamos una mala distribución comparada con los países desarrollados pero no tan mala comparada con América Latina, probablemente éramos el tercero después de Argentina, Uruguay y, quizás, Costa Rica; todos los otros tenían peor distribución del ingreso. Porque América Latina era y es una región desigual. Pero el que fuese desigual en ese tiempo no significa que siempre haya sido así. Cuando examinamos del 70 al 73 se achica la torta (el PIB por habitante) pero mejora la distribución del ingreso. Entonces el quintil (20% de la población) más rico tenía 12-13 el ingreso del quintil más pobre. Durante la primera mitad de Pinochet (1973-81) se deterioró a 15 veces, y en la segunda mitad, luego de la crisis, se deterioró a 20 veces. 12 o 13 no es 20, son radicalmente distintos. Los que dicen que siempre hemos sido desiguales están ignorando la historia de Chile y no aprenden para corregir.
¿Qué pasó después de 1990 y el retorno a la democracia hasta el día de hoy con esa curva?
El conjunto de los 24 años de democracia son buenos para Chile en el mundo. Tengo en el libro (Chile entre el neoliberalismo y el crecimiento con equidad, quinta edición) un cuadro de cómo es Chile comparado con EE.UU. y con el G7. El 73 teníamos 23% del nivel de ingreso por habitante de los EEUU y el 89 Chile había caído al 21%. Muy lejos de un milagro a imitar o repetir. En democracia hemos avanzado a un 36% en 2012, pero avanzamos muy rápido en los 90s y lentamente desde entonces. Lecciones para corregir lo hecho en años más recientes.
Y después de 24 años de democracia, ¿cree que necesitamos una Reforma Tributaria?
El 89 nos deja en 21%, y ahora estamos en 36% o sea Chile ha progresado pero no linealmente y eso tiene implicancias bien importantes para los desafíos que vienen. Hay políticas económicas distintas, políticas sociales distintas, diferente distribución de voces (en el lenguaje de Albert Hirschman). Los primeros años de Concertación avanzábamos muy rápido. El 90 una reforma tributaria de 3%, y ¿qué era lo que comunicaba la prensa?: “se acaba la economía, se va a destruir el modelo exitoso de la dictadura, se va a acabar la inversión”. No se acabó la inversión, sino que entonces creció. Funcionó; se produjo un círculo virtuoso; durante 9 años creció la inversión productiva, el empleo, la producción y la recaudación tributaria.
La reforma de 1990 fue de 3%. Parecido a la de ahora, restableció el impuesto a las utilidades, de hecho eliminado por la dictadura el año del plebiscito del NO de 1988.
¿Es necesario hacer la reforma?
Absolutamente necesaria como un componente intrínseco de un conjunto de reformas que hay que hacer. No basta una reforma. Se necesita un conjunto coherente. Algunos dicen que estamos a las puertas del desarrollo por lo de unos futuros 20 mil dólares per cápita. Estamos muy lejos de los 40 o 50 mil de los desarrollados, y tenemos carga tributaria de 18% frente a otros que tienen 40 ó 50 mil dólares con carga tributaria del 40% (y escandinavos con cargas del 50%). Por lo tanto, lo que pueden redistribuir después del funcionamiento de la economía es mucha. Nosotros tenemos una torta chica con carga tributaria baja y tenemos un sistema económico muy inequitativo; y lo que tenemos que hacer es agrandar la torta mejorando la empleabilidad y calidad del empleo de los sectores medios y bajos e impulsando el desarrollo de las PYMEs. Esto es viable porque ahí están las grandes brechas de productividad, no están al nivel de conocimientos mundial entonces ese conocimiento se puede captar, se puede capacitar, remover trabas claves. Necesitamos inversión de mediano plazo y ello requiere una gran reforma del mercado de capitales para el desarrollo incluyente. Créditos para pequeñas y medianas empresas a tasas razonables, eso hay que crearlo ahora. No lo posterguemos para cuatro años más.
Se dice mucho que esta reforma afectará a la clase media ¿quién es la clase media en Chile? ¿Es verdad que la afectaría y en especial a las PYMES?
El gobierno ha tenido mucha preocupación de concentrar el impacto en los sectores de altas rentas y lo plantea así. Esta es una reforma para mejorar la distribución y no solo para recolectar plata. O sea, nos ponemos algo al día con la carga tributaria haciéndolo con un sesgo como las economías europeas o como la de Canadá. Se trata de que la distribución del ingreso después del impuesto sea más progresiva. En el caso chileno la distribución del ingreso después del impuesto es bastante parecida a antes del impuesto. Esto es porque recolectamos mucho por el IVA. Pero el IVA es un buen impuesto, no se puede bajar porque necesitamos recursos para financiar “bienes públicos” como la educación de calidad. Ahora es tiempo de elevar los impuestos progresivos a la renta, y a ello apunta la reforma. Esta reforma contempla impuestos progresivos; estos alcanzan solo a 17% de los contribuyentes y se concentran en el tramo superior de ese 17%. No tiene ninguna base la afirmación de que esta reforma impacta principalmente en los sectores medios y bajos a los que están reflejando la concentración del ingreso. Pero, hay aspectos a perfeccionar, como lo he planteado en repetidas ocasiones.
¿No afectaría a la clase media directamente?
Hay imperfecciones, pero ya contiene una serie de tratos preferenciales para las PYMES. El SII informa que el 95% de las empresas son micro y pequeñas empresas que no son afectadas negativamente y van a ser favorecidos por el tema de depreciación acelerada, y si es que hacemos capacitación laboral reforma del mercado de capitales, dos temas ineludibles si queremos desarrollo de una economía más incluyente. En el neto, van a estar favorecidos y no perjudicados. Quedan un grupo de empresas que están ahí entre medio que pueden ser afectadas, pero el 80% de la recaudación va a venir de la minoría de los más altos ingresos de Chile. Apenas el 17% de los contribuyentes paga el global complementario, el 83% no lo paga porque están bajo los $550 mensuales. La concentración de ingresos en la parte baja de ingresos es inmensa.
¿Es inevitable entonces que una reforma afecte la inversión?
Si uno le pone impuestos a alguien y le está gravando todas las utilidades, ineludiblemente va a tener un saldo menor y ello repercutiría sobre la inversión. Pero, el mayor impuesto es moderado y su total un 3% del PIB. Además, esa recaudación se va a invertir en capital humano, base del desarrollo y la equidad. En vez de oponerse a toda la reforma, con argumentos sin sustento, en general, esforzarse en que los fondos se inviertan en educación de calidad. En 1990 la reforma del Presidente Aylwin restableció el impuesto a las utilidades que había sido suprimido por Pinochet para el plebiscito, y lo restableció -no a la tasa antigua del 10% si no que al 15%- Como dije, la inversión, principalmente privada, subió. La tasa de inversión chilena creció del 13% del PIB a 21% del PIB con impuestos a las utilidades de las empresas, salto de 0% a 15%, se sube el salario mínimo, se restablecen derechos sociales como sindicatos. Hubo un progreso indiscutible. Clave la paz social lograda, con diálogo civilizado.
¿Qué le ha parecido el nivel de la discusión en torno a la reforma tributaria?
Una discusión de país extremamente subdesarrollado, lamentable. Que salga un señor vociferando en la tv “se acabó el emprendimiento en Chile”, otra persona diga “nos vamos a llenar de pobres y caerá el empleo”, “las PYMES van a ser agobiadas” “la electricidad va a subir a las nubes” etc. es un cumulo de contradicciones o exageraciones. Pero, reitero, eso no significa que los mensajes del gobierno hayan sido siempre claros y que sean infalibles. Hay perfecciones pendientes para que los efectos calcen con los objetivos e intenciones del gobierno. Con todo, el grueso de la propuesta tributaria va directamente a mejorar la distribución del ingreso por el sistema tributario, al margen de qué se hace con la recaudación, eso es irrefutable.
¿Quiénes ganan y quiénes pierden con esta reforma?
Yo esperaría que la plata se use bien, el énfasis es usarla con calidad no sólo en educación si no que también para capacitación laboral y apoyo a las PYMEs. Hay que hacer capacitación para los no capacitados y no para los de MBA y eso es difícil de hacer. Y si hacemos bien eso y tenemos una discusión civilizada vamos a tener un país con más paz, con menos gente que se toma las calles, con menos huelgas a favor y en contra, porque la paz social es esencial para avanzar hacia el desarrollo y ese progreso lo logramos el 90. Logramos 7 u 8 años de harta paz social y en que crecimos como nunca había crecido el país: crecían los salarios, el empleo, las utilidades de las empresas, la recaudación tributaria, el gobierno estaba recaudando 3% más y los empresarios estaban pagando más, pero tenían un mejor país.