“¡¡Somos primera mayoría!!”, gritaba Carolina Tohá en plena calle París, al pasar frente a la sede del PS, improvisado comando municipal de la oposición. Eran pasadas las 21 horas, y la caravana encabezada por la recién electa alcaldesa cruzaba las calles rumbo a la Plaza de Armas, donde celebró su victoria sobre Pablo Zalaquett (UDI). Dos símbolos acompañaron su marcha: un colgante donde luce engastada una piedra negra tallada por su padre, José Tohá, ex ministro de Salvador Allende, durante su permanencia en isla Dawson; y un megáfono que amplificaba sus gritos, regalo de la asociación de mujeres con cáncer que, tras una larga movilización, lograron que el Estado pagara sus medicamentos.
Triunfos como el suyo en Santiago, el de Josefa Errázuriz en Providencia o el de Maya Fernández en Ñuñoa, sorprendieron a la propia Concertación. ¿Qué lecciones tiene que sacar el conglomerado del éxito en las municipales?
Primero, que lo que ganó aquí no fue sólo la Concertación. Aquí ganó un acuerdo más amplio que la Concertación, y quien saque cuentas alegres de que aquí la Concertación volvió, está equivocado. Lo que ganó en esta elección no es lo mismo que lo que perdió hace tres años. Es otra alineación de fuerzas y estamos hablando de proyectos que fueron mucho más amplios de lo que ninguna otra coalición hoy día representa. Estas candidaturas surgieron de primarias, lo que les dio ante la ciudadanía una legitimidad y una capacidad de aglutinar muy distinta de lo que pasó en candidaturas anteriores. También surgieron de un esfuerzo de unidad que no sólo se reflejó en el acuerdo nacional que se logró con el PC, sino que cada uno de nosotros construyó redes más allá, incluso, del acuerdo Concertación-PC en la comuna, con actores locales, con fuerzas políticas en su expresión local. Algo que quizás se ha comentado menos es que fueron campañas muy enfáticas en la temática del programa. Esto que pasó aquí es una oportunidad que se dio a una manera de hacer las cosas. Pero ahora hay que ser consistente con eso y, al menos en mi caso en Santiago, tengo mucha claridad de que esto es súper desafiante. Tenemos comprometido un proyecto de gestión local que es un cambio significativo respecto de lo que nosotros hemos hecho o de la manera de ejercer la autoridad de los alcaldes y las alcaldesas.
¿El modelo de definición de candidatos a alcaldes debe replicarse en las futuras elecciones parlamentarias?
Absolutamente. Creo que las líneas gruesas que están debajo son extrapolables a otros niveles. Debe haber una legitimidad surgida de los ciudadanos, y no de acuerdos de cúpula y búsqueda de la unidad. La búsqueda de referentes distintos de los que hemos tenido históricamente en el último tiempo. Yo creo que esto último es bien importante leerlo bien. Si alguien dice: “Aquí la Concertación volvió”. Yo creo que no. Esto no es la pura Concertación. Está la Concertación adentro, por cierto, pero no sólo eso.
¿Eso significa que es partidaria de formalizar alianzas, por ejemplo, con el PC?
Creo en el ir afianzándola, proyectándola más allá de lo meramente electoral, ir leyéndola como una construcción que se está gestando desde lo local. En Brasil, por ejemplo, el PT construyó su camino a la mayoría que hoy representa con un proyecto que ellos gestaron desde lo local. Allí se constituyeron como fuerza política, allí se armaron en los contenidos, en el programa; ahí establecieron un vínculo con la ciudadanía menos lejano que el que tú haces cuando ves las cosas desde La Moneda. Y creo que eso es también importante para adelante. Siempre ha sido como un eslabón perdido del progresismo chileno la mirada a lo local, y creo que en eso hay que hacer un giro, definitivamente.
Sin embargo, por ejemplo, en la DC -donde asumen que tuvo un buen desempeño electoral- han resurgido las críticas a un entendimiento de la Concertación con el PC…
No es bueno que se lea este logro electoral que hubo con un triunfalismo político, porque creo que todo lo que ganó aquí tiene que ver con quiebres, más que con continuidades, respecto de lo que se ha hecho. Creo que está todo por probarse. En ese sentido, el tomar esto como simplemente la vuelta de la moneda o la vuelta de la tortilla, un ahora nos toca a nosotros, sería una lectura errada, sobre todo para enfrentar la elección presidencial. Creo que lo que pasó acá es que hay una frustración enorme con lo que ha sido capaz de hacer la derecha, y hay una luz de que estamos intentando hacer las cosas de otra manera. Y a esa luz tenemos que darle solvencia. Eso requiere una actitud muy humilde de parte de las fuerzas de la oposición y realmente reiterar estos gestos que se han hecho para que se transformen en confianzas.
¿Qué tipo de señales le han generado preocupación y podrían poner en jaque lo logrado?
Primero, el que se hagan lecturas particulares de parte de los partidos. Quiero recordar que las candidaturas surgieron de primarias y fueron candidaturas de toda la oposición. Cuando gané yo en Santiago, ganó toda la oposición. Mi campaña no es una campaña del PPD, ni siquiera es una campaña de la Concertación. Ni siquiera es una campaña del pacto de oposición, va mucho más allá. Y, además, es una campaña que se basa, que se fundamenta en una promesa de vínculo con la ciudadanía basada en la participación. No es, en ese sentido, el cheque en blanco que estaban acostumbrados a tener los alcaldes. Las alcaldías en Chile siempre se han ejercido de manera muy unipersonal, sin darle cuenta a nadie, con alcaldes que se sienten reyes de sus comunas, que no miran más allá de los límites del perímetro de sus municipios. Creo que todas esas cosas hoy día están súper cuestionadas, y el hecho de que nosotros ganemos pone todavía un desafío aún más grande hacia adelante. No es que ganamos y la hicimos, sino que ganamos y esto recién comienza.
Cuando ganó Sebastián Piñera en 2010, hubo una presión por la renovación de las figuras históricas de la Concertación. Hoy, sin embargo, esos mismos personeros están anunciando reelecciones internas en los partidos, candidaturas parlamentarias…
Si efectivamente terminan imponiéndose esas lecturas, sería discordante. Yo quiero insistir: yo creo que ganamos aquí porque tuvimos la humildad de hacer primarias, de construir unidad más allá de la coalición, porque pedimos que se votara por programas y no por un listado de siglas de partidos. Entonces, leer esto como simplemente un triunfo a la antigua es un error. Y quiero decir: yo voy a ser de las que van a oponerse férreamente a que volvamos atrás, porque no solamente no debemos volver atrás, sino que en esto que empezamos debemos seguir adelante, y queda un buen trecho por recorrer antes de que se consolide.
¿Fue factor la baja evaluación del gobierno de Sebastián Piñera en la derrota de los candidatos de la Alianza?
Todos los factores influyen, pero ninguno explica por sí solo lo que pasó. Si la gente hubiera tenido una convicción respecto de que los alcaldes lo estaban haciendo bien, probablemente les hubiera perdonado su pertenencia a un gobierno que ha sido tan fallido. Pero yo creo que, más bien, sucede lo contrario. La gente eligió estas alcaldías por razones similares a las cuando eligió al gobierno, esperando cosas similares, y no las encontró ni en las alcaldías ni en el gobierno. Se marcó como un sello el tener, al mismo tiempo, una serie de municipios dirigidos por la derecha y un gobierno, que también encabeza la Alianza, con una forma de relacionarse con la gente y de actuar en política que ha sido muy criticada, en la cual la gente se siente muy incómoda, muy maltratada, muy usada. No creo que se esté pasando una cuenta de algo que está disociado del nivel local, es muy similar lo que sucede ahí de lo que sucede a nivel nacional, con los matices propios de la dinámica que cada comuna tiene, pero es similar. O sea, cuando uno ve, por ejemplo, la temática del movimiento estudiantil. Estos no son municipios que hayan tenido un discurso y un planteamiento realmente distintos a los que ha tenido su gobierno para enfrentarlo. Y cuando vemos la temática de la seguridad, con todo lo que le importa a la gente, vemos un estilo, un discurso, una promesa similar en los municipios y en el gobierno, y unos resultados pobres, por ambos lados.
Durante la campaña, la ex Presidenta Bachelet optó por no involucrarse directamente. Sin embargo, la ex mandataria se preocupó de estar presente en las victorias, con llamados telefónicos de felicitación. ¿No es eso disonante?
Ella, de lo que estuvo muy ausente fue de hacer campaña, que es algo que no puede hacer. Pero a mí, cada vez que me preguntaron dije que el apoyo de la Presidenta Bachelet lo había sentido siempre, y me lo había hecho llegar y me lo había expresado en todo momento, de la forma que ella lo puede hacer, que es privadamente. Más un apoyo emocional que una presencia física o política, y eso para mí nunca fue un misterio. Esta temática de la presencia de Bachelet fue una trampa que se autogeneró la propia derecha. Ellos intentaron presidencializar la elección, con la convicción de que iban a ganar esos municipios, para poder después decir que había perdido Bachelet, y quedaron cazados en esta trampa. Eso fue una parte del triunfalismo mal llevado que el oficialismo tuvo, fue esta presión por que Bachelet apareciera. Porque ellos pensaban que, en la medida que apareciera, iban a poder cobrarle la cuenta de la derrota que, daban por hecho, yo iba a tener. La gente sabe que soy una persona cercana a Bachelet y saben que Pablo Zalaquett es de derecha, y no votan sólo por eso, pero ese también es un factor.