Cuando se da el absurdo que casi todos quieren ser progresistas incluido muchos derechistas y al mismo tiempo, de una u otra manera el mundo progresista clásico fue capturado por la realidad y cultura neoliberal predominante en el mundo, debemos con urgencia volver a marcar diferencia, decidir cual es el eje diferenciador entre nosotros y los otros, más aún cuando entramos decididamente a una época de cambios en todo el planeta.
Propongo dos características básicas de esta nueva construcción:
I. Por un reformismo transformador:
Proponerse que el progresismo, la izquierda o si se quiere la social democracia vuelva a ser realmente REFORMISTA. ¿Cuál es el problema? ¿Qué pasó?
Que frente a la inviabilidad de una sustitución total de un “sistema” por otro, y al carácter impráctico de la idea de cambio revolucionario en estos tiempos , se llegó a la RESIGNACIÓN frente al sistema neoliberal, ya que no habría alternativa. Así se terminó en una especie de reformismo pesimista, con preocupación social pero estructural e institucionalmente conservador: que reduce la política progresista a la mera conciliación de la protección social con la flexibilidad del mercado, y termina sólo en políticas menores, episódicas y parches (tipo bonos) con sensibilidad social parecidas en el límite a lo que hace el llamado “conservadurismo compasivo”.
Cuando es posible en cambio proponerse la REFORMA TRANSFORMADORA (en un cierto sentido “revolucionaria”) como la sustitución parte por parte de estructuras e instituciones, con proyectos de reformas institucional a gran escala y movilización popular que lo sustente.
Todo esto en especial hoy día con aquellas reformas que apuntan a una mayor igualdad; a una distribución mayor del poder tanto económico, político como cultural y a una descentralización radical del poder político
Ser progresista hoy es insistir en cruzar los límites del marco institucional establecido en una dirección democratizadora. Quien acepte ese marco como el horizonte dentro del cual deben perseguirse los intereses e ideales – incluidos los ideales igualitarios- no es progresista.
II. Recuperar la voluntad de cambio y una actitud disponible al cambio con mirada prospectiva:
El progresismo, la izquierda o si se quiere la social democracia tiene que recuperar su rol histórico de “avanzada social” y adelantarse a los grandes cambios epocales en vez de ser arrastrados por ellos. Cuales son algunos de estos nuevos paradigmas que deben constituirnos como izquierda del siglo XXI:
1.- El comienzo del fin de la sociedad patriarcal, marcado inicialmente por los derechos y la emancipación de la mujer, pero que hoy incluso atraviesa ya la crisis de la iglesia católica.
2.- El cambio climático y la casi obligación ya de la humanidad de tener una visión ecológica de la vida y del llamado desarrollo.
3.- La redefinición del tipo de desarrollo que queremos que supere la mirada meramente materialista del neoliberalismo y ponga en el centro la FGB (Felicidad Geográfica Bruta)
4.- Tomar la nueva ciencia de la felicidad para fundamentar una aspiración más integral del sentido, el fin y el objetivo de la política.
5.- Recuperar la esfera espiritual como aspecto central de la realización del ser humano y perder la vergüenza de hablar del AMOR más allá de las experiencias personales e intimas para llevarlo también a principio y valor esencial de una sociedad post-patriarcal: el concepto de la “civilización del amor” es un buen aporte, necesitamos una “sociedad más amorosa”.
6.- La ciudad, lo urbano, el territorio como espacio sistémico complejo pasará a ser uno de los desafíos “nuevos” más transformadores de la actividad política.
7.- El ciber espacio permite crear más allá de la biosfera la noosfera, lugar donde puede surgir una “inteligencia colectiva” de la humanidad en una dimensión inimaginable hasta hoy día.