Por Sergio Bitar
Dos constataciones derivan de las primarias 2013 que me parece importante remarcar. La primera es la inesperadamente alta votación. La segunda, el excepcional liderazgo de Bachelet. ¿Cómo pueden ambas gravitar en el futuro de nuestro país?
La alta votación de tres millones revela una demanda ciudadana por participar y recorrer caminos institucionales para realizar los cambios. Es una señal favorable para quienes respaldan reformas imprescindibles, abriendo espacios sin demora. La originaria primaria presidencial (Frei-Lagos) fue en 1993. Pasaron 20 años para tener una ley. Extremadamente lento. Si no aceleramos el paso, el retraso de las innovaciones políticas pendientes pondrá en jaque la gobernabilidad.
Creo que este resultado electoral es una señal de que se debe y puede actuar con prontitud para modificar el sistema electoral y avanzar a una nueva Constitución. Ambos candidatos de la Alianza se manifestaron a favor de la primera durante la campaña, y la mayoría de los chilenos pensamos que es posible representar de verdad la diversidad política de la sociedad chilena, sin fragmentación. Igualmente prioritario es elaborar una Constitución que exprese una visión compartida de la sociedad deseada, con la legitimidad que otorga su elaboración en democracia. El verdadero riesgo para la gobernabilidad y el progreso de Chile no son estos cambios, sino el statu quo y la rigidez.
Estos objetivos estarán en el centro de la campaña presidencial. A partir de tres millones de votos en la primaria es posible alcanzar la meta de ocho millones de votantes en noviembre y superar un piso de 60% de participación. Lograrlo sería una señal indiscutible a favor de reformas oportunas, en vez de la pasividad. Para los demócratas, votar debe entenderse como un deber ciudadano, y quien no concurra a las urnas debiera sentir una sanción social.
El liderazgo de Michelle Bachelet es inédito. No se ha dado una situación similar en la historia republicana. Obtener el 73% de las preferencias de su coalición, más del 50% de los votos emitidos ese día, y casi duplicar a los dos candidatos de la Alianza sumados, es contundente. Y aunque pueda parecer menor, el hecho de que haya obtenido más del 80% de la votación en Dichato, luego de críticas durísimas, denuncias a los tribunales e interpelaciones impertinentes de que pida perdón, como expresó la vocera del Presidente Piñera, revela el carácter sólido y persistente de su liderazgo. Su proyección internacional rebasa sus éxitos nacionales, representa valores humanistas y la capacidad de la mujer en la vida contemporánea. Su convocatoria es, por tanto, un capital nacional.
Este gran éxito electoral conlleva una enorme responsabilidad. Ella así lo ha señalado, y siente que la suya es conducir al país hacia el inicio de un nuevo ciclo, ciclo de cambios que nos lleven a un nivel de desarrollo superior. Es una tarea que trasciende a un gobierno y se coloca en una perspectiva más prolongada. Los ejes son más participación ciudadana y más igualdad social, cuidando el crecimiento, la educación, la tecnología y el medio ambiente. Acometer los desafíos de una nueva Constitución, de una reforma tributaria para allegar los recursos para una reforma educacional y otros bienes públicos debe ser un propósito ojalá compartido.
En los próximos meses corresponderá conquistar una nueva mayoría parlamentaria para respaldar las propuestas programáticas, y a los partidos concierne cerrar con inteligente rapidez las candidaturas pendientes. Siempre se debería mantener la disposición de concordar algunos de esos cambios con sectores de la Alianza.
Al Presidente de la República le incumbe un papel principal. Primero, hacer un buen gobierno en los meses que quedan, que pueden ser fructíferos, en vez de desviar sus energías a la política electoral. Y segundo, no agredir, pues dejaría un legado de polarización inútil. Él ha representado a una derecha más moderna y abierta; ojalá no se pierda en los meses que vienen.
Michelle Bachelet, de ganar, deberá liderar cambios difíciles, convocar a las nuevas generaciones, preparar un buen gobierno y preservar el respaldo político y social. Ello exige de un compromiso responsable de todos quienes propugnamos esos cambios, mejorar los partidos políticos, reforzar las organizaciones de la sociedad civil y acrecentar el papel de la pequeña y mediana empresa. Y los que así no piensan, conveniente sería que repudiaran las descalificaciones y mostraran apertura a los entendimientos.
En suma, los resultados de esta primaria son una oportunidad para Chile. Además, en un mundo globalizado nos irá mejor integrando rápido a todos los chilenos, y hacerlo en buena convivencia cívica y con apertura a los acuerdos