Por José Zalaquett, en Voces de La Tercera
Ahora que se conoce el contundente informe de esta comisión se advierte cuán necesario era contar con un buen diagnóstico y con una maciza cantidad de proposiciones.
El prefacio del informe reconoce que el tema de la transparencia y la lucha contra la corrupción tienen 21 años de historia en nuestro país. Esta causa surgió en todo el mundo luego del fin de la Guerra Fría, a comienzos de los años 90. En Chile, los avances han estado marcados por reacciones ante escándalos que han sacudido a la opinión pública: el desmalezamiento trucho de la refinería de Concón, en los años 90; MOP-Gate, el 2003; Chiledeportes, el 2006; y este año, Penta, Caval y Soquimich.
Con todo, Chile ha sido considerado, junto con Uruguay, el país menos corrupto de América Latina. ¿Cómo es posible? Un punto es que el sistema inmune del país funciona.
La opinión pública se indigna y no se encoge de hombros ni se ríe del problema, como sucede en Argentina, como señalaba un comentarista con cuestionable envidia. Otro punto es que tanto en Chile como en Uruguay pagar impuestos y obedecer las leyes es generalmente considerado como lo que debe hacerse y no una actitud de giles.
Sin embargo, queda mucho por avanzar. Las comisiones de 1994 y 2006, así como los acuerdos políticos de 2003, dieron pasos adelante, pero no bastaba. El informe de la comisión Engel pone el acento en medidas preventivas, en la formación cívica en materia ética y en crear instituciones eficaces de investigación y persecución.
Con anterioridad, en los largos 21 años de historia de iniciativas anticorrupción en Chile, se había abordado, con razonable éxito, la creación de un Consejo para la Transparencia, que ha sido fundamental para ir cambiando nuestra cultura de opacidad oficial, una mejoría de los sistemas de adquisición pública del Estado y la protección de denunciantes. Con respecto al lobby, los efectos de la ley aprobada en 2014 están por verse; y en cuanto a la Alta Dirección Pública, las buenas intenciones iniciales han tropezado con la política.
Los principales problemas remanentes de corrupción que aborda el informe Engel son característicos de nuestra idiosincrasia, que privilegia el amiguismo, el espíritu de club y la práctica de ‘pasar datitos’; conflictos de interés, uso abusivo de información privilegiada, democracia interna de los partidos, financiamiento de la política. Además, Eduardo Engel ha escrito recientemente una columna sobre la corrupción en los municipios, un área especialmente vulnerable en el mundo y ciertamente en nuestro país.
Los tiempos de la política suelen ser más lentos que los de la conciencia ciudadana sobre la agudeza de los problemas. Esto es inevitable y sano. Los expertos ya hablaron. Toca ahora a la política transformar la presente crisis en oportunidad.