Oxfam, el 1% más rico y la reunión en Davos

Por Jaime Rubio Palma

La investigación muestra cómo la riqueza acumulada por el 1% más rico de la población se ha incrementado, pasando de un 44% en 2009 a un 48% en 2014 y, a menos que se revierta la actual tendencia mundial de desigualdad y concentración de riqueza de este segmento socio-económico, el próximo año habrá alcanzado el 50%, superando la del 99% que conforma el resto de la población.  No es solo Thomas Piketty, entonces,  que argumenta que a futuro la concentración de la riqueza va a aumentar, haciendo, por tanto, más desigual la distribución de la misma, como consecuencia que la tasa de retorno del capital sería más alta que la del crecimiento económico.

Esta ONG  internacional, ha presentado este informe, como preámbulo de la próxima reunión del Foro Económico Mundial que tendrá lugar en la ciudad suiza de Davos los días 21 y 24 de enero – cumbre donde participan políticos y empresarios de todo el mundo, miembros de distintas organizaciones no gubernamentales, periodistas e intelectuales.

En dicho informe se advierte que el aumento descontrolado de la desigualdad está “lastrando la lucha contra la pobreza a nivel mundial” y que al día de hoy “una de cada nueve personas carece de alimentos suficientes para comer y más de mil millones de personas aún viven con menos de 1,25 dólares al día”.  Para llegar a las conclusiones expuestas en el informe, Oxfam se ha basado en estadísticas provenientes del Banco Mundial, OCDE, FMI, ONU, CEPAL, Revista Forbes, FAO, OIT, PNUD, OMS, Comisión Europea, el instituto alemán de investigación económica  y el banco Credit Suisse (Global Wealth Report), antecedentes que le permitieron indagar y exponer la concentración de ingresos. 

En los últimos 30 años los ingresos de los multimillonarios  han crecido a niveles estratosféricos, mientras que los del resto de las personas se han estancado. Los datos obtenidos en diversas investigaciones, demuestran que la desigualdad extrema perjudica en forma significativa y persistente la estabilidad institucional de los países, debido al hecho que retrasa el desarrollo del capital físico, social y humano necesario para mejorar las condiciones de vida y el bienestar inclusivo de las personas, única manera de lograr sociedades más integradas y sustentables. Incluso el FMI, en el informe “Redistribution, Inequality and Growth”, es bastante contundente al subrayar que “la baja desigualdad después de impuestos está altamente correlacionada con un crecimiento más alto y más duradero”, y añade que las políticas redistributivas no tienen un impacto negativo en el crecimiento, salvo en casos extremos, e incluso en muchos casos tienen un efecto positivo: tal es el caso del gasto en educación, salud e infraestructura.

El poder político y de presión de los multimillonarios es equivalente a sus ingresos, lo que significa una barrera para reformar la carga tributaria de las grandes empresas, anulando todo intento por establecer mecanismos internacionales para frenar la evasión y elusión de impuestos –la evasión del impuesto a la renta en Chile alcanza más del 40% e implica a personas con grandes patrimonios.

Según el informe de Oxfam, el sector financiero y de seguros multinacionales gastaron 550 millones de dólares el año 2013 en financiar lobistas para influir sobre las políticas que se deciden desde Washington y Bruselas (Unión Europea) y durante el periodo electoral de 2012 en Estados Unidos, el sector financiero realizó contribuciones por valor de 571 millones de dólares a las campañas electorales con el propósito de garantizar un tratamiento privilegiado en el congreso y en el Ejecutivo norteamericano.

Este exhaustivo informe concluye haciendo un llamado a los Gobiernos a adoptar un plan de siete puntos para luchar contra la desigualdad:

  • Frenar la evasión y la elusión fiscal por parte de grandes empresas y los más ricos.
  • Invertir en servicios públicos gratuitos y universales, como la educación y la salud.
  • Distribuir el esfuerzo fiscal (impuestos) de forma justa y equitativa, trasladando la carga tributaria del trabajo y el consumo al patrimonio, el capital y las rentas.
  • Fijar un salario mínimo para que todos los trabajadores alcancen un nivel de vida digno.
  • Lograr la igualdad salarial y promover políticas económicas a favor de las mujeres.
  • Garantizar sistemas de protección social adecuados para las personas más pobres, incluido un sistema de ingresos mínimos.
  • Hacer de la lucha contra la desigualdad un objetivo internacional. 

Es tiempo de  enfrentar, por ende, con energía y convicción los intereses creados que prolongan en el tiempo las desigualdades, transformando la urgencia del problema en medidas concretas para reducir el abismo entre multimillonarios y el 99% del resto de la población mundial, generando políticas públicas, a nivel global, para revertir esta tendencia que toca la fibra moral del mundo civilizado.  Por consiguiente, el Foro Económico Mundial no podrá obviar en su agenda este tema los días 21 y 24 de enero.

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