Nuestros "muros"

Por Francisco Vidal

Una de las noticias más importantes en las últimas semanas fue la celebración de la destrucción del Muro de Berlín hace 25 años. Muro que, como se recuerda bien, fue construido en 1961 por la dirección comunista de la entonces República Democrática Alemana. Para la izquierda democrática mundial, el muro jamás tuvo justificación alguna; y para la derecha en Chile, la conmemoración de la caída de esta muralla se constituyó en una ofensiva ideológica a favor de la libertad y en contra del pensamiento de izquierda. Sin embargo, esa misma derecha que celebró la caída del Muro de Berlín no da cuenta, porque no los ve, de los otros “muros” que existen en la sociedad chilena y que son tan brutales como el muro de ladrillo de aquel Berlín Oriental.

En Chile estamos llenos de “muros” que separan territorios, barrios, escuelas, hospitales, ciudades. Es decir, somos uno de los países más segregados del mundo. Quien segrega levanta “muros” invisibles, pero que separan a unos chilenos de otros en aspectos relevantes de la vida de cada uno. Por ejemplo, los muros territoriales. No hay ciudad alguna en Chile en que no haya “muros” que separen el vivir como en Europa o el vivir como en África. En Santiago existe un “muro” invisible en la cumbre del Camino de La Pirámide, que separa a los chilenos que viven en La Pincoya -en la comuna de Huechuraba- de los chilenos que viven Escrivá de Balaguer, en la comuna de Vitacura. Los primeros, los de La Pincoya, deben tener unos US$ 3.000 de ingreso per cápita; los segundos -los de Escrivá de Balaguer-, deben tener unos US$ 60 mil de ingresos per cápita. La distancia física entre unos y otros no debe ser de más de 5 km. Todos los días muchos cruzamos ese “muro” en La Pirámide. En la comuna de Lo Barnechea, el “muro” es el río Mapocho, que separa los campamentos ubicados al borde de este río, con La Dehesa. Ahí en cuestión de minutos se pasa de Escandinavia a África o viceversa; el límite es la calle Raúl Labbé. Otro “muro”, que no vemos, está en la carretera Vespucio Sur. A media hora de distancia está el barrio alto de Santiago de las comunas de Lo Espejo o San Ramón. Nuevamente, en unas se vive como en Noruega, las del barrio alto; y en las otras, como en el Congo.

Pero nuestros “muros” abarcan otros temas. Por ejemplo, hay un enorme “muro” que separa la educación municipal de la particular pagada. En el sector municipal está matriculado el 38% de los niños. En la particular pagada, el 7%. Mientras en los primeros, la inversión mensual por parte del Estado es de $60 mil; en los segundos, sus padres y apoderados invierten $250 mil. Este muro explica que el día que dan la misma prueba, 12 años después de haber ingresado al colegio, los primeros obtengan 469 puntos y los segundos 610. Y, a propósito de otros muros, está el sistema de salud, donde hay un muro que divide el 80% que se atiende en el sector público; y el 17% en las isapres. Y en el sistema previsional hay otro “muro”, que depende del ingreso de cada cual para su posterior jubilación. Ese “muro” implica que el 90% de los pensionados en Chile tenga jubilaciones inferiores a los $200 mil. Y hay decenas de otros “muros” en temas como áreas verdes, recintos de salud, canchas de fútbol, hogares de ancianos, etc., etc. Tiene que haber un “muro” que separa las 450 mil casas que nos faltan con los pocos centenares de departamentos que se venden y compran por US$ 1 millón.

En definitiva, que bien que haya caído el Muro de Berlín. Es un homenaje a la libertad. Pero la derecha chilena debiera también percibir nuestros “muros”. Para que no haya “muros” y la libertad sea plena, primero debe haber igualdad.

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