No hay #DíadelNiño sin niñas

Sí, así de claro y golpeador es el posteo que aparece en twitter y que instala a partir de esta celebración llena de comerciales y consumo, una reflexión descarnada respecto a la manera en que nuestra sociedad aborda el tema de la paridad de género desde la más tierna infancia.

La idea es llegar a un lenguaje generativo y no meramente descriptivo para que la paridad permita -tarde o temprano- la inclusión de la diferencia; pero de la diferencia entre seres humanos, no entre géneros.

Desde hace tiempo, hemos ido acostumbrándonos, por lo menos en los grandes discursos, al “compañeros y compañeras”, “trabajadoras y trabajadores”, “ciudadanos y ciudadanas” entre un gran universo de conjugaciones posibles; sin embargo, y reconociendo como un logro formal esa visibilización, sigue existiendo en lo profundo una gran falencia en esa buena intención y por tanto se devela la paradoja de la distinción de género, de exclusión y hasta de discriminación.

En estricto rigor, al diferenciar lingüísticamente la accidentalidad que nos definió como XX o XY, asumimos de manera natural que también existen diferencias intelectuales, de valores y cosmovisiones que nos hacen convivir en un mismo espacio, pero delimitado por prejuicios que conducen a la aplicación de la generalización como: “todas las mujeres son sensibles” o “todos los hombres son malos”. Además del uso peyorativo del género como el famoso “es niñita” cuando nos referimos a un hombre como “cobarde” y otros ejemplos menos honrosos a mujeres que no cumplen con ciertos estándares. Esto en lo más cotidiano.

Pero en ámbitos que conllevan, por ejemplo, a la academia o política (por citar algunas situaciones) la frase: “ella tiene muy buenos argumentos para ser mujer” es más que frecuente, y la toleramos sin darnos cuenta de la minimización al valor real del aporte, anulando a la persona y reduciendo su ámbito de grandeza a su mínima expresión, situaciones de las cuales todos nos hacemos cómplices sin siquiera chistar.

Es innegable que hay atributos que nos serán propios y otros adquiridos por estímulos culturales y sociales. Por tanto, el verdadero trabajo hacia la paridad involucraría un ejercicio estoico para lograr la coherencia y comprensión que la acción verbal es parte de la acción social, comprendiendo que el valor de la lucha por la paridad no está concentrada exclusivamente en una “o” en una “a”. La idea es llegar a un lenguaje generativo y no meramente descriptivo para que la paridad permita -tarde o temprano- la inclusión de la diferencia; pero de la diferencia entre seres humanos, no entre géneros.

El #DíadelNiño sin niñas, no es un accidente en el mundo de la “o” y la “a”, es un síntoma que nos hace reflexionar si ¿existe real voluntad de abrir conciencias desde la infancia para construir las palabras de diversidad y respeto, materializándolas en una real inclusión para nuestros niños y niñas hoy?

En lo inmediato, y como primer elemento de generación de cambio, debiéramos preferir el #DíadelNiñoyNiña, refundándolo y celebrándolo como el #DíadeL@sNiñ@s; ya que los cambios culturales hacia la inclusión educativa comienzan en la primera infancia, tarea aún pendiente que debemos asumir -omo país en su conjunto-.

Por Eleine Escobar Vargas

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