La decisión del Gobierno de dictar la resolución prohibiendo el ingreso de camiones de más de dos ejes a Santiago, para impedir la manifestación programada por el gremio de los dueños de camiones que reclaman por los incendios a sus vehículos de transporte en la Región de la Araucanía, ha puesto nuevamente en cuestionamiento la falta de manejo político del Ejecutivo, ya que puso en contradicción un principio altamente valorado por la centroizquierda: el derecho y la legitimidad de manifestación y protesta que tiene todo ciudadano y/o grupo de personas en un ordenamiento constitucional democrático.
La medida, además, permitió a ese gremio de transporte la excusa adecuada para victimizarse y obtener una cobertura mediática sin precedentes. Un nuevo traspié que deja al descubierto que todavía existe una insuficiente gestión política en el seno del Gobierno que le impide articular y potenciar sinergias sociales y políticas en torno a las reformas.
En momentos que se requiere introducir una mirada común para enfrentar la coyuntura, se reiteran desavenencias en el seno del Ejecutivo, erosionando aún más, desde dentro, el apoyo social al Gobierno y a su coalición. Es necesario, entonces, hacer las cosas mejor, buscando componentes básicos en común para aunar criterios en una Agenda Gubernamental que proyecte entusiasmo y una percepción positiva en la población -contrastando el evidente “sentido común” desfavorable a las mismas que simbolizan las encuestas- instalando una lógica de debate constructivo y colaborativo para salir de este escenario altamente toxico que solo tensiona e impide gestionar en buena forma las reformas.
La experiencia indica que las percepciones negativas, cuando se incrustan en la subjetividad colectiva, toma tiempo en desalojarlas, especialmente cuando las desconfianzas interpersonales y en las instituciones políticas se pasean en la campiña “chilensis” y cuya hibridación se constatan en todas las investigaciones.
Frente a un complejo escenario de baja popularidad, el Gobierno debe concordar y alinear un relato que enfoque y encamine al conjunto del Ejecutivo y a su coalición para evitar interpretaciones tendenciosas, tanto de los sectores contrarios a las reformas como entre los actores que lo respaldan. Ello intensificara un sentido unitario interno y permitirá darle una entonación convocante y direccionalidad a lo que resta del gobierno de la Presidenta Bachelet.
Toda actividad colectiva requiere diálogos -y la actividad política, por definición, precisa dichos elementos- puesto que ella implica un trabajo en equipo, reflexivo y de mucha complicidad; lo que obliga a los actores involucrados a tener la capacidad de aunar criterios en torno a un objetivo que debiera ser común: corregir las asimetrías que la sociedad chilena detenta.
En este sentido, sería conveniente que los partidos de la Coalición de Gobierno expresaran, ojala antes de las elecciones municipales, su voluntad de transitar del Pacto Programático actual a un proyecto político de mediano y largo plazo para lograr una sociedad con menores niveles de desigualdad; y, por ende, que garantice cotas mayores de equidad e integración social: tarea que excede un gobierno. Asimismo, reduciría a su mínima expresión los matices disgregadores observados en la tramitación de los proyectos relevantes en el Congreso por parte de parlamentarios de la propia Nueva Mayoría
Transmitir esa señal reforzaría también la impronta de centro izquierda al proceso que se está construyendo, desvirtuando la falsa imagen de un gobierno hegemonizado por un izquierdismo radicalizado, lo que, indudablemente, ha sido un factor falaz que la derecha ha esgrimido para desprestigiar las reformas, asociándolas a caos e ingobernabilidad.
Por Jaime Rubio Palma