Ley de migración: ¿Cómo debe mirar Chile al amigo cuando es forastero?

Por Leonardo Polloni, Sociólogo

Sin duda, el diseño de una nueva ley hoy debe estar al servicio del Chile que queremos construir en los próximos 50 años. Pensarla desde un punto de vista cortoplacista,  permeado por la coyuntura y el devenir de los prejuicios, sería un error. Así mismo su normativa y regulaciones no deben estar planteadas desde una perspectiva de bienes o servicios, sino muy por el contrario, tiene que ver en poner al centro la importancia de que este fenómeno se trata de personas.  Lo que obliga a situar el enfoque de la administración migratoria desde dos premisas: Derechos Humanos e inclusión social.

Situarnos desde esta perspectiva, nos propone como país una serie de desafíos. Es necesario  asumir un conjunto de acciones operacionalizables, tanto en la institucionalidad como en la generación de políticas públicas inclusivas y eficaces. De nada serviría excluir  estos preceptos -sin tener en cuenta los riesgos de tener ciudadanos de segunda categoría y las consecuencias que ello implica-  ya que se desatendería una oportunidad virtuosa para el desarrollo del país.

Tampoco es ventajoso asumir una mirada utilitarista de la migración, rememorando en la ley una mirada de carácter selectiva. Ello sería retroceder históricamente más de un siglo en materia migratoria, en esa vieja óptica arbitraria de establecer ciertas nacionalidades idóneas por sobre otras como las más capaces, para arribar al país.

En este sentido, una ley de migraciones debe estar a la altura de recoger los acuerdos internacionales ratificados en esta materia por Chile. Se trata de alcanzar estándares internacionales, pero sobre todo que nos permita dialogar en esta materia en vista del co-desarrollo con los países de nuestra región.

La oportunidad de contar una ley que piense a Chile en sus próximas décadas no debe agotarse en el plano administrativo respecto de visas, multas, entradas y salidas etc. Sino  también debe incorporar los procesos de inclusión efectiva de quienes han elegido junto con sus familias formar parte de nuestro país. Para ello las atribuciones de las políticas públicas deben estar a la altura para asumir un enfoque migratorio y multicultural, intersectorialmente. Junto al rol de los gobiernos locales, regionales, bajo una mirada común y una conducción clara.

Por lo tanto,  lo que no puede dejar de abordar una nueva ley de migración tiene que ver con el desarrollo con equidad. Si existe la prevalencia de una línea de partida diferencial entre nacionales y no-nacionales, difícil será asumir inclusión con igualdad y por tanto un desarrollo virtuoso entre países emisores y receptores  de estas corrientes. De ahí que ley debe centrarse en ser un agente facilitador o tendiente a la regularización migratoria de manera eficaz. Ello implicará avanzar en la modernización de sus procedimientos,  mejorando los estándares de inclusión de esta población en nuestro país.

Es por ello que de nada serviría insistir en procedimientos engorrosos y restrictivos aumentando los niveles de exclusión de quienes se encuentran en nuestro territorio. Quienes como respuesta ante la ausencia de inclusión conformen como estrategias de integración ghetos barriales donde coexista la solidaridad uninacional y tensiones en el ámbito local.

Por tanto, la oportunidad de la administración de la migración para Chile, que por cierto en términos de formación del capital humano le significa costo cero para el Estado- no puede ser obstaculizada normativamente y de manera discrecional para empujar a un segmento de esta población hacia la irregularidad migratoria. Ello obligaría asumir constantes procesos de regularización masiva. Experiencia que el presidente Obama ha tenido que propiciar,  pese al rechazo -quienes capitalizan los dividendos políticos de la xenofobia-  debido a que se trata de un proceso global pero también de asimetrías. De ahí que de nada sirve posponer los procesos de inclusión, que permitan obtener plenos derechos para quienes se integran para el desarrollo del país.

Hoy se presenta una oportunidad de incorporar a Chile en la órbita global con una mirada progresista, que haga suya la diversidad cultural en un enriquecimiento de ida y vuelta. Para eso,Chile deberá realizar un ejercicio no menor, lidiar con sus propios fantasmas de nacionalismo, aislacionismo y asimilacionismo cultural. Por tanto, se tendrá que realizar un esfuerzo en conjunto que permita transitar desde una identidad isleña hacia un país cosmopolita,solidario y justo que finalmente sea el hogar y/o el asilo contra la opresión.

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