Escuela de formación PPD:
26 años del PPD, raíces históricas. Aportes y Desafíos
El PPD ayer, hoy y mañana.
Gloria de la Fuente
Primero que nada quisiera agradecer el tremendo honor que significa para mí, mujer, socialista y cientista política, estar entre ustedes en la inauguración de esta escuela. Me hace, entre otras cosas, recordar aquella época donde desde la Fundación Chile 21 me integré a un equipo que impulsaba fuertemente la formación de jóvenes que simpatizaban o militaban en la centro izquierda o, más precisamente, en la Concertación. Por esa experiencia pasaron más de 400 jóvenes en más de diez escuelas donde se producía no sólo un diálogo con ilustres personajes de la política nacional e internacional, sino que, ante todo, había la posibilidad de generar una conversación marcada fuertemente por la horizontalidad generacional o el interés común.
Felicito la iniciativa de los organizadores, en especial a Yolanda Pizarro y Domingo Namuncura, que tuvieron la gentileza de invitarme, porque ¡vaya que es necesario recuperar estos espacios de formación y diálogo en momentos donde nuestro país está frente a definiciones políticas gruesas!. Esto es importante, porque en ello se juega la mística del proyecto político, social y cultural que la Nueva Mayoría de ofrece al país y se abre la oportunidad de construir una sociedad más igualitaria, más justa y más solidaria. El desafío no es menor, porque si bien los resultados de la elección presidencial y parlamentaria son contundentes, no debemos sacar de nuestros análisis que, por las razones que sea, cerca de 7 millones de chilenos se quedaron en sus casas el día del triunfo de nuestra Presidenta. A esos chilenos y chilenas también tenemos la responsabilidad de hablarles y llegar con nuestro mensaje. Quisiera centrar mi exposición en el tema que nos convoca para hoy, que es mirar los 26 años de historia del PPD y dar cuenta de sus aportes y desafíos.
Si bien quisiera enfatizar en la mirada de futuro, especialmente considerando el momento de inflexión en el que nos encontramos en Chile, no puedo dejar de mirar su historia, para derribar algunos mitos y desde ahí, aportar a identificar los desafíos pala la construcción de las bases de lo que viene.
El origen y trayectoria del PPD Lo primero es reconocer el tremendo aporte que realizó el PPD a la reconstrucción de la política y la generación de las condiciones que hicieron posible la transición a la democracia en Chile. Cuenta en los anales de la historia que el PPD se creó como un partido instrumental cuyo principal objetivo era, bajo la ley de partidos aprobada por la dictadura en 1987, generar un paragua institucional bajo el que fuera posible articular la acción de la oposición a la dictadura y generar las condiciones para lograr ganar el plebiscito de 1988. No cabe duda que, con el apoyo de todo el resto de las 16 colectividades que conformaban la Concertación de partidos por el NO, este objetivo se cumplió plenamente y bajo circunstancias muy adversas.
En efecto, pese a las críticas que muchos podemos compartir sobre determinados aspectos de las administraciones que vinieron después, lo cierto es que el tránsito mismo de la dictadura a la democracia, aún hecho en condiciones desfavorables de negociación (no olvidemos, por ejemplo, que el plebiscito era una disposición de la Constitución fraudulenta de 1980, como sostiene Claudio Fuentes en su libro “El Fraude”), permitió evitar más derramamiento de sangre del que ya se había producido, mediante la tremenda fuerza moral y política que tuvieron un lápiz y un papel.
Quiero en este punto llamar la atención porque creo que no podemos perdernos: es innegable el valor de la gesta misma de la transición, el momento fundacional que significó para la democracia el plebiscito de 1988 y la elección parlamentaria y presidencial de 1989, no obstante, ello no quita que podamos ser críticos con lo que vino después, particularmente – y perdónenme el sesgo profesional- en materia de reformas políticas (ni más ni menos que la construcción de poder), que han hecho de nuestra democracia una de las más reconocidas (junto con Uruguay y Costa Rica) en materia de gobernabilidad y calidad, pero que tiene déficit importantes en materia de ciudadanía, representación y competencia que hacen, entre otras cosas, que la oferta política sea relevante, pero siempre limitada. En otras palabras, si bien creo que el momento mismo de la transición significó una gesta heroica relevante, la instalación de la “lógica transicional” que vino después terminó cercenando incluso la capacidad de pensarnos más allá de las “sombras de la caverna”, utilizando como metáfora una imagen el famoso mito platónico… Ya saben lo que viene después.
Pero en fin, creo que esto tiene que ver con los desafíos que enfrenta el PPD y también el conjunto de nuestro sistema político. De ahí que quisiera retomar este punto más adelante. Volviendo a los inicios del PPD, será por este origen instrumental, que varios politólogos/opinólogos concurrieron fácilmente a calificar este partido dentro de aquellos denominados “atrapalotodo” o “catch all party”, categoría creada por Otto Kirchheimer para referirse a partidos con a) escasa base ideológica; b) vocación multiclasista, para reclutar electores entre toda la población; c) una relevante concentración de energías en la competencia electoral y la captura de temas de amplio consenso en general (seguridad ciudadana, por ejemplo).
Probablemente algo de eso es posible encontrar en el PPD, particularmente en sus inicios. De hecho, no olvidemos que en las famosas “10 tesis sobre el PPD y la ética pública” que Carlos Peña expusiera en el Consejo del partido en 2006, particularmente en sus tesis 4 y 5, señalaba que el PPD: – “…Posee una orientación instrumental que calza como un guante con el estilo clientelístico que estuvo arraigado en Chile desde antes del golpe militar y con la cultura aspiracional que ha surgido en Chile. Quizá este haya sido la razón de su éxito repentino y quizá esté aquí también el germen de su fracaso” señalaba, agregando en su siguiente tesis; – “Los partidos sin ideas, … estimulan conductas facciosas que confunden la lealtad con los pactos de silencio, el triunfo en el corto plazo con el éxito y el protagonismo en los medios de comunicación con el genuino liderazgo”
Ya en un escrito anterior, el año 2002, Carlos Huneeus, en respuesta a un documento de Jorge Heine – que clasificaba al PPD como un partido moderno “electoral- profesional”( de acuerdo a Angelo Panebianco, este es un tipo de partido que se caracteriza por tener una organización flexible y moderna, que le da eficacia para la acción política y electoral.), sostenía que el PPD era un partido “[sin] definición programática y alta personalización de su liderazgo” que le daba un sesgo populista, entendiendo este como una forma de práctica política que buscaba dar bienestar a los ciudadanos recurriendo a “recetas milagrosas”. Concluye el autor señalando que más que un partido moderno, el PPD era mas bien un partido de “notables” (según la clasificación de Max Weber) que se caracterizaba por estar dominado por las decisiones de los “barones” cuestión que, además, se facilitaba por el bajo nivel de institucionalización (Disponible en Estudios Públicos N°258 “PPD ¿partido de modernos o simplemente de notables?” www.asuntospublicos.cl)
Tal vez podemos estar de acuerdo con una, con todas o con ninguna de las afirmaciones de los intelectuales y políticos citados más atrás, pero en lo que si podemos coincidir a plenitud, es que el PPD es un partido que ha sido capaz de – y perdonen el cliché- hacer de la crisis una oportunidad y de sus debilidades, una fortaleza.
Todos probablemente recuerdan el complejo episodio que significó para este partido el 2007 las declaraciones de uno de sus fundadores, que acusó la instalación de una “ideología de la corrupción” en la Concertación, cuestión que le valió la expulsión del partido, y que gatilló la posterior renuncia de uno de sus senadores. Ello ocurrió, además, en medio de un periodo altamente complejo en la administración de la Presidenta Bachelet, donde la conflictividad social comenzaba a adquirir fuerza y la lealtad de los partidos de la coalición era una cuestión clave.
A los años de la conflictividad social, vinieron los de la crisis económica, el ciclo electoral municipal, parlamentario y presidencial….y la derrota en las urnas. El PPD entendió claramente la oportunidad de plantear desde ese momento un debate necesario. En tal sentido, siguiendo a un ilustre cientista político de esta casa, Daniel Grimaldi, en un artículo del 2011, el PPD evolucionó de ser “un partido transitorio a un partido permanente”, que no obstante enfrentaba (y enfrenta) un desafío no menor. Se trataría de un partido político cuya principal debilidad, de acuerdo a este autor, no está en la ideología, sino que en la institucionalización de las prácticas de sociabilidad (adhesión o militancia ciudadana que no encuentra espacios de cohesión interna), ello lo convertiría en un proyecto político híbrido e inacabado (Grimaldi, Daniel. 2011. “De partido transitorio a partido permanente: el Partido por la Democracia más allá de los mitos” en Revista de sociología, Nº 25 (2011) pp. 75-112). Iniciativas como esta ayudan, en este sentido, a superar esa escasez de espacios de sociabilidad que diagnosticaba Grimaldi.
Sin perjuicio de esto, y volviendo a la derrota, creo que el año 2010 marca un hito importante para la construcción actual del PPD que tal vez, como ningún otro partido de la Concertación, inició un proceso de reflexión, que terminó en una Nueva Declaración de Principios y las bases que sustentan hoy su accionar y que fueron reafirmadas en el III Congreso Nacional Ideológico de enero de 2012. En esta declaración se observan seis definiciones centrales que son relevantes para el momento
actual y para el futuro de la colectividad y del rol que puede jugar el PPD dentro de la Nueva Mayoría:
A. El PPD es un partido de Izquierda, Democrático, Progresista y Paritario.
B. Ligado a la cultura libertaria.
C. Que está por reemplazar el modelo neoliberal por un desarrollo sustentable y armónico.
D. Que promueve y defiende los Derechos Humanos en toda su amplitud, y especialmente, los derechos de los trabajadores y trabajadoras, los derechos del niño y de
la niña, los derechos de los indígenas y los derechos de la mujer.
E. Centrado en los valores de Solidaridad, Cooperación, Diversidad, Responsabilidad, Fraternidad y Participación.
F. Su principal desafío es construir Igualdad en Chile
Sin querer profundizar en estos aspectos que están bien descritos en el documento, quisiera relevar que esta declaración de principios echa por tierra aquellos prejuicios que hablaban de un partido sin ideología y esencialmente enfocado al pragmatismo electoral. No sólo porque están escritos, sino que porque fueron producto de un proceso y no sólo porque son producto de un proceso, sino que porque cuentan con la posibilidad, mas no la certeza, de hacerse carne a través de sus representantes a todo nivel.
Permítanme una licencia adicional, creo de un tremendo valor que este partido, además, incorpore la paridad como un principio clave. Bien sabemos que la equidad de género sólo es posible con la acción decidida de quienes son parte de las estructuras de poder, y creo que al menos esta declaración, abre la puerta para que sus militantes y adherentes puedan pedir cuenta por el cumplimiento de este objetivo. La situación presente: el PPD en el contexto actual No cabe duda que el PPD, así como el resto de los partidos de la Nueva Mayoría enfrentan un desafío que no es menor: hacer realidad la promesa de construir no sólo una mayoría política (en materia electoral), sino que también social, es decir, que el proyecto de sociedad que propone sea adoptado como propio por la mayoría de los chilenos y chilenas.
Para ello es necesario partir con un ejercicio de honestidad, si bien el triunfo de la Nueva Mayoría fue contundente en la elección parlamentaria y presidencial, lo cierto es que no hemos logrado crecer significativamente en número de votantes si comparamos los resultados de las elecciones presidenciales anteriores en las segundas vueltas, que es cuando se sinceran las preferencias. En efecto, el electorado de la Nueva Mayoría (antes Concertación) ha fluctuado entre 3,3 millones y 3,7 millones.
Resultado elección presidencial segunda vuelta 2000, 2006, 2009 y 2013.
Sumémosle, por cierto, que el cambio del régimen electoral con la instalación del voto voluntario afectó considerablemente a la derecha en esta oportunidad (con 1,3 millones menos de votos) y trajo niveles considerables de abstención, pero ¿ello implica que debemos estar tranquilos?. En tal sentido, es relevante que si bien la ciudadanía votó por este programa, por estos parlamentarios y por este gobierno que se inicia a partir de marzo, pareciera que la gran masa está expectante. No valido el argumento que habla de una gran masa de electores individualistas y críticos, porque lo cierto es que lo electoral, si bien es fundamental en democracia, no es la única forma de participación política y los ciudadanos en este país han demostrado, con creces, que son capaces de actuar crecientemente de manera activa o pasiva y que si bien no se auto identifican en su mayoría con partidos y conglomerados (tendencia creciente a nivel de partidos y coaliciones), si tienen opinión política. Más que el llamado a la responsabilidad a los electores a través del ejercicio del voto, es necesario generar más y mejores condiciones de expresión ciudadana, de canalización de demandas, lo que incluye formas representativas (haciéndonos cargo de la multiplicidad de factores que explican la abstención), pero también de democracia directa.
Hay malestar en la ciudadanía, eso lo sabíamos ya desde el informe de desarrollo humano de 1998, la diferencia es que este es ahora cada vez menos difuso y se expresa cada vez con mayor distancia respecto a la institucionalidad política. Para muestra un dato, el Informe de desarrollo humano de 2012, nos muestra cuan disociada esta para las personas su proyecto de vida personal de la construcción colectiva o el proyecto de sociedad. Esto es una descapitalización de la política sin duda y un desafío que la democracia debe resolver.
En efecto, estamos frente a una deuda particular de nuestra democracia, el Latinobarómetro del año 2011 ya mostraba datos relevantes respecto a lo que las personas percibían que la democracia debía resolver en Chile. De hecho, el dato comparado con uno de los países que tiene un nivel de desarrollo democrático similar, Uruguay, arroja resultados diferentes.
Esta idea de justicia social instalada como objetivo de la Democracia, se puede comparar con otros datos respecto a la percepción que tienen las personas sobre la igualdad. En efecto, el barómetro del CERC ha mostrado que ante la pregunta “¿qué valor es más importante para usted, la libertad individual o la igualdad social?” el 72% de los encuestados se inclinaba por la igualdad, mientras que un solo 25% por la libertad el 2011; relación que era inversa el año 1990, recién recuperada la democracia. Qué indica esto?. En parte lo que es posible ver en las expresiones de malestar en la ciudadanía a partir del movimiento estudiantil, la movilización en Aysén, en Calama, la protesta medioambiental o por derechos homosexuales: la demanda por la igualdad no sólo en términos materiales, sino que de trato, de condiciones, de posiciones e incluso, una demanda sustantiva contra el abuso de poder.
Menudo desafío de coherencia para los partidos que levantamos estas banderas de lucha y que, de vez en cuando, no logramos salir simplemente del discurso. El futuro: la construcción de un proyecto de mayoría Más que la pregunta por el centro, que a estas alturas parece una majadería, porque muchos creen y quieren representarlo, creo que el gran dilema es dónde están exactamente los intereses y los sueños de los chilenos y como los partidos políticos y los conglomerados son capaces de responder a ellos. En tal sentido, que duda cabe que el centro político, al menos desde la perspectiva programática, ya claramente no está en el proyecto de la derecha en Chile ni en lo que representa la Alianza. Parte de ello explica, me parece, los debates internos de sus partidos y el llamado desesperado de algunos por construir una nueva derecha.
Esto no quiere decir, por cierto, que la Nueva Mayoría tenga el trabajo hecho y la disputa ganada. Nuestro conglomerado y sus partidos se apropiaron de una agenda, que era posible ver en la calle y que sólo hace un par de años era imposible plantear políticamente: cambio a la constitución, reforma tributaria y reforma a la educación eran sinónimos de una amenaza abierta a la democracia y a nuestra mentada estabilidad política. Lo mismo sucedía con el matrimonio igualitario, cambio al binominal, mecanismos de participación directa y participativa, entre otros. Ahora hay que cumplir!.
Por eso veo con cierta esperanza la fusión de las bancadas del PS y el PPD, como un paso importante para impulsar con fuerza una agenda político programática que sintonice de mejor manera con las aspiraciones de los chilenos. Quiere decir esto que el llamado eje histórico PS- DC estuvo mal? Enfáticamente respondo que no, pero lo cierto es que esa alianza obedece a la necesidad de estabilidad y gobernabilidad de la que llamaba al principio “lógica de la transición” que es necesario superar. No se trata de romper con la DC, sino que de ser leales con los principios que se profesa y con la ciudadanía que nos apoya. Habrá que buscar en el camino, tal como lo ha hecho el Frente Amplio en Uruguay, rutas y procedimientos para procesar los disensos y llegar a acuerdos de coalición, pero que no estén basados ya el “la medida de lo posible”.
Si esta alianza PS- PPD se termina transformando en una federación de partidos o en un partido único, es sólo una cuestión que el tiempo dirá. Enfatizo aquí entonces la necesidad que tienen los partidos políticos de reinventarse. Relevo aquí un excelente estudio de Juan Pablo Luna y Fernando Rosenblat sobre los partidos políticos en Chile (Luna, Juan Pablo y Rosenblat, Fernando. “¿Notas para una autopsia?: los partidos políticos en el Chile actual” en Francisco Díaz y Lucas Sierra (edit). 2012. Democracia con Partidos: Informe para la reforma de los partidos políticos en Chile. CEP-CIEPLAN). Su conclusión principal es que los partidos políticos en nuestro país son estables pero desenraizados en la sociedad y en efecto los datos que muestran son preocupantes, porque Chile aparece como es el país donde existe menos simpatía por los partidos políticos en América Latina. ¿Qué democracia es capaz de sostenerse sin partidos? el tema entonces es preguntarnos ¿Qué tipo de partidos necesitamos?
Los autores se preguntan si es posible mantener este sistema de partidos en el tiempo y lo cierto es que la respuesta es difícil. La reforma a los partidos a través de una reforma legal (promesa incumplida hace mucho tiempo) tiene que también tener correlato en las dinámicas internas de los partidos, en la observancia de los mecanismos de democracia interna. En eso, por sus propias características, los partidos del eje PS- PPD tienen la misión de estar a la vanguardia y no en la retaguardia. Por cierto que a esta realidad se suman los datos de público conocimiento sobre la desconfianza en las instituciones, donde el Congreso y los partidos se llevan el primer lugar.
Algo tenemos que hacer, es seguro, y esto no es sólo ser eficientes en ganar elecciones, ni administrar bien el gobierno, es construir y representar un proyecto de país que le haga sentido a las personas en lo cotidiano, en su proyecto de vida y en la construcción de un espacio colectivo donde todos quepan.
Muchas gracias!