Por Pepe Auth
Después de 26 años y siete elecciones parlamentarias, la próxima elección de diputados y senadores se hará con las reglas del sistema proporcional. Es preciso identificar los cambios concretos que desencadena este trascendental cambio y también a sugerir modificaciones en la conducta de los diferentes actores políticos para abordar con éxito la elección más importante desde 1989, porque ésta determinará el tamaño con que las distintas fuerzas políticas ingresarán al nuevo ciclo democrático que se inicia.
De qué se trata el cambio
Para elegir diputados, pasamos de 120 escaños elegidos todos en 60 distritos duales, a 155 diputados en 28 distritos de mayor tamaño que elegirán entre 3 y 8 escaños cada uno. Para los senadores, cada región pasa a ser una circunscripción senatorial, eligiéndose dos escaños en cada una de las 5 regiones menos pobladas, tres en las 5 regiones medianas y cinco escaños senatoriales en las 5 regiones más grandes.
Ningún diputado será elegido en un distrito dual, sólo 28 (18,1%) diputados se elegirán en distritos pequeños de 3 y 4 escaños, mientras 127 (81,9%) lo harán en distritos medianos y grandes, que eligen entre 5 y 8 diputados.
Diez senadores continuarán eligiéndose en un esquema dual, pero el 80% restante (40) será electo en circunscripciones de 3 y 5 escaños. Además, la mitad del Senado se elegirá en circunscripciones senatoriales de 5 escaños.
Consecuencias de la aplicación del nuevo sistema
- Se inicia la era del deshielo
El Binominal prolongó artificialmente el clivaje que constituyó la política después del Plebiscito de 1988 entre los partidarios del SÍ y del NO, produciendo un efecto de congelamiento del sistema político. Es muy improbable que la división en dos bloques definidos por su comportamiento de hace 27 años resista al nuevo sistema electoral, que tenderá a reemplazar la escena actual de dos bloques separados por un foso, por un continuo de fuerzas políticas diferenciadas que seguramente partirá a la izquierda de la Nueva Mayoría y pasará también por una fuerza política de Centro, perdiendo su sobre representación los dos bloques que han dominado de manera incontrarrestable la política chilena por casi tres décadas.
- Se acaba el paraíso de los expertos electorales
El Binominal es el sistema electoral de resultados más predecibles. Porque es como un partido de fútbol con muy pocos marcadores posibles: el empate 1-1 en la gran mayoría de los casos, el triunfo 2-0 en un puñado de distritos y muy excepcionalmente la derrota 0-2.
Con el cambio, se multiplican los resultados posibles de la elección en cada distrito, por supuesto son más numerosos tanto más escaños se elijan. Imaginemos la cantidad de resultados posibles en un distrito de 7 escaños donde hay 4 listas en competencia: puede ser 4-3-0-0, 3-3-1-1, 2-2-2-1, 2-2-1-2, 5-2-0-0, 4-1-1-1, 1-1-3-2, y decenas de otros resultados posibles. Es como el paso del blanco y negro al color en la televisión chilena a comienzos de los Ochenta.
Las elecciones recuperan así un elemento esencial, que es la incertidumbre respecto del resultado. Es posible que la motivación para concurrir a votar crezca en la medida que los electores sientan que hay diferencia entre participar o quedarse en la casa.
- Obtener más votos cobra sentido y razón
Hoy día en la gran mayoría de los distritos, los candidatos saben de antemano que ninguna lista doblará a la otra, de modo que obtener 30% de los votos significa para una lista elegir un diputado y empatar con la otra lista principal, esforzarse para crecer al 40% produce el mismo efecto, es decir, se sigue eligiendo un solo diputado, conquistar el 50% e incluso hacer la proeza de llegar al 60% de los votos del distrito tiene el mismo resultado que haberse quedado en el 30%, gastando menos recursos, tiempo y energía. El Binominal hace las veces de un poderoso calmante que termina aletargando a los incumbentes, a sus partidos y a sus coaliciones electorales.
En la práctica, cuando el diputado de una coalición es electoralmente fuerte, los buenos candidatos rehúyen competir allí y termina frecuentemente con un acompañante testimonial, que no lo desafía electoralmente. Eso provoca que el resultado 1-1 haya pasado a ser la norma y el doblaje la excepción.
En un distrito de 8 escaños del nuevo sistema, cuando una lista sólo suma 20% puede que elija dos diputados pero si sube al 30% seguro sumará un tercero, con 40% lo más probable es que elija cuatro, si logra la mitad de los votos quizás consiga un quinto escaño, y si realiza la hazaña de superar el 60% puede terminar eligiendo 6 de los 8 diputados en juego. Lo mismo ocurre con las listas no alineadas, porque la diferencia entre 5 y 10% puede que sea la distancia entre elegir y quedarse afuera. Hoy día, da lo mismo que obtengan 5, 10, 15 o 20%, con esos resultados no eligen parlamentarios porque no superan a ninguna de las dos coaliciones principales.
El efecto obvio es que ya no habrá candidatos que parten sin la más mínima opción y ningún partido dejará de poner el mejor elenco posible en todos los territorios electorales, porque siempre estará abierta la opción de elegirse, sea por una votación personal importante, por la de su compañero de partido o por el buen resultado de su coalición electoral.
Pasaremos de un sistema de competencia amortiguada, regulada y a veces inoficiosa, a uno de alta competitividad, derivada de que todos los candidatos pueden pensar con algún fundamento que tienen opción de ser electos y porque un solo voto por sobre la lista adversaria puede hacer una diferencia en el número de parlamentarios elegidos.
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