Helia Molina: La Ministra sin filtro

Sentada en un escaño con vista al MAC, la ministra Helia Molina Milman mira fijo a la cámara. Finaliza la tarde y ésta es su última actividad en compañía del equipo de CARAS. Un día que empezó a las 8:00 AM cuando se instaló en su despacho en el tercer piso del antiguo edificio ministerial de calle McIver para conversar con el senador por Antofagasta, Alejandro Guillier, sobre el nuevo hospital de la ciudad contemplado en el plan de inversiones de su cartera.

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Luego continuó con una reunión en el auditorio del ministerio con nueve gremios de la salud, y de ahí partió a una actividad en terreno, y así en una serie de idas y vueltas que la tendrán funcionando hasta pasadas las nueve de la noche, cuando Panchito —su chofer, el mismo que transportaba a Jaime Mañalich— la llevará de vuelta a su casa en Ñuñoa, un lugar sencillo, donde vive en compañía de uno de sus gemelos y su pareja, el contador Hugo Concha. Con este hombre guapo, de aspecto bastante menor que sus declarados 81 años, convive hace seis años, aunque la ministra no pretende casarse “ni muerta”. “El me lo propuso y le dije que jamás. Prefiero una historia sin compromiso, sin líos legales. Juntos mientras sea agradable y si no chao nomás. Entre nosotros no hay exigencias mutuas”.

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Es su tercera relación después de su primer matrimonio con un doctor y pololo de universidad, de quien se separó tras haber tenido tres hijos; y luego de haber quedado viuda de su segundo marido, el hombre que reconoce fue el amor de su vida, con quien sumó dos gemelos, uno de ellos actor de El club de la comedia. El murió mientras ella se recuperaba de un bypass gástrico en la misma clínica. Recién salida del pabellón él fue a visitarla. “Voy a jugar un partido de fútbol y en la tarde vengo a verte”, le dijo. Pasaron las horas y él nunca más volvió. No quisieron contarle, pero había sufrido un ataque cardíaco en plena cancha y se encontraba internado en el mismo recinto con riesgo vital. Cuando Helia Molina se enteró, como pudo salió de su habitación y supo a través de las enfermeras que su marido había muerto. “El era un hombre alegre, sensible, con su área femenina súper desarrollada, la antítesis del machista”.

Un dolor más en la lista de esta ministra. Sus padres se separaron cuando tenía seis años. Su madre, una argentina de raíces judías y militante comunista, era física matemática y hacía clases en el colegio San Gabriel. “Era bohemia, le gustaba el casino, los clubes, yo creo que era ludópata. A mi papá eso nunca le gustó. Le hizo un juicio y le quitó la tuición. Nunca volvimos a verla; recién la encontré cuando yo tenía 14 años. Me había ido de la casa a los 12 porque el maltrato era demasiado… Mi madrastra era alcohólica, me pegaba, y su hermano era un viejo asqueroso que me acosaba, aunque nunca llegó a abusar sexualmente de mí”.

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—¿Le contó alguna vez a su papá?

—Fue peor. Le sacaba la mugre a la señora, después se iba a trabajar y yo me quedaba sola con ella… Por eso las niñitas nunca acusan cuando alguien las maltrata. Tuve una niñez compleja —reflexiona—, para qué contar detalles, pero fue difícil, con mucha falta de afecto, pero también tuve suerte porque me encontré con gente muy linda que me ayudó.

Ya ha pasado la mañana y la ministra ha ido de una reunión a otra, en un permanente entrar y salir que es monitoreado por su jefe de gabinete y sus dos secretarias, todos funcionarios que la conocen hace años.

Mientras posa en las afueras del MAC, en el asiento contiguo un grupo de jóvenes fuma marihuana. Ella no se percata, ni siquiera ante el penetrante olor; el grupo, en cambio, la reconoce  y en el acto se alejan.

—¿Ministra, se dio cuenta de que fumaban marihuana?

—No, ¿en serio?, dice abriendo grandes sus ojos azules.

—¿No sintió el olor?

—No, es que nunca he fumado. O sea, hace un año recién la probé, por curiosidad, como todo el mundo habla… Así que les pedí a mis hijos que me convidaran. Pero me hizo pésimo… ¿Cómo se llama cuando te cae mal? Me dio la pálida

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Así es el estilo de Helia Molina. Directo y sin filtro. No conoce de eufemismos ni de diplomacia, lo que la ha llevado a convertirse en una de las figuras más llamativas del gobierno. De ser una total desconocida para la opinión pública —aunque muy destacada en el mundo de la salud—, pasó a estar entre los diez nombres más conocidos del actual gabinete, con una popularidad del 60 por ciento. Todo un mérito, considerando que el ministro de Hacienda, Alberto Arenas, apenas ronda el 36 por ciento pese a la intensa figuración por la reforma tributaria.

Su estilo deslenguado, su rostro pálido marcado por pecas, su andar algo distraído y sus expresivos ojos no han dejado a nadie indiferente. Sobre todo después del anuncio de la despenalización del aborto para casos específicos, donde ella no se restó del debate, disparando frases como: “Es la mujer la que va a apechugar (con un embarazo no deseado a raíz de violación), no el cura, ni la UDI, ni nadie”, que causó urticaria en los sectores conservadores.

En estos días se refirió al programa Vivir Sano, oponiéndose a la idea de que en un programa que es social participen marcas comerciales, lo que generó la airada respuesta vía Twitter de Cecilia Morel. “Me choca que en un programa social por ejemplo se incluyan logos de supermercados—dice a CARAS—. Además, no todo el mundo puede elegir alimentarse bien, hacer ejercicio. ¿Usted cree que un niño que vive en un sector inseguro puede salir a andar en bicicleta? Para la gente que no tiene dinero muchas veces es más barato comprar comida chatarra que preparar un plato con verduras… Este un problema mucho más de fondo que llamar a la gente a elegir entre una opción y otra”, asegura directo la ministra, quien incluso considera que Vivir Sano debiera depender de la cartera de Salud y no de Desarrollo Social, como se decidió la adminisrtación de Sebastián Piñera.

La prensa puso sus focos en esta médico pediatra de la Universidad de Chile, con historia de insurrecta, detenida tras el Golpe de Estado (cuando tenía cuatro meses de embarazo) por atender en el Consultorio Unidad Popular de La Florida. Una mujer que recién entró derechamente en política para la fundación del PPD y que es considerada como una de las que más sabe del sistema público en América Latina luego de trabajar durante cuatro años en la Organización Panamericana de la Salud. Todas razones que la llevaron a ser designada en el anterior gobierno de Bachelet como encargada del programa Chile Crece Contigo y jefa de la División de Políticas Públicas Saludables de ese ministerio entre 2007 y 2010.

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Tiene llegada. Es cosa de verla después de un punto de prensa en un centro deportivo en calle Ramón Cruz, en Ñuñoa, para la conmemoración del Día Mundial contra el Trabajo Infantil. Terminado el acto, en el que también participaron otros ministros, como el vocero de gobierno Alvaro Elizalde, un enjambre de periodistas la rodea para preguntarle de los más diversos temas. Ella ni se inmuta. Después reconocerá a CARAS, sin comprarse ni un segundo el lugar que le dan las encuestas: “La salud siempre está en crisis, nunca es suficiente, no todo el mundo está satisfecho y hay más necesidades que recursos, entonces es un poquito angustiante. Y todos sabemos que ésta es un área que es mal evaluada y eso hay que asumirlo para no tener frustraciones. Pero hay harto que hacer y eso me entusiasma. Que la Presidenta me haya nombrado aquí siendo ella médico y ex titular de la cartera, no es cualquier cosa. Sé que es una tremenda responsabilidad”. 

—¿Y qué siente cuando dicen que se está haciendo conocida por no tener mucho filtro?

—Uno tiene que marcar la diferencia, si todos somos muy cuidados para hablar y no decimos nunca ni una broma, ni una talla, ni una frase más opinante, al final somos todos lo mismo y yo no soy así. Que quede súper claro.

Con una energía que la desborda, al punto que a varios en su gabinete les cuesta seguirle el ritmo, la meta que desvela a Molina hoy es sólo una: hacer de la salud un derecho constitucional, tal como se pretende con la educación. “Vivimos en sociedad, pagamos impuestos, votamos por nuestros representantes y después tenemos que arreglarnos solos, sin acceso a asuntos tan esenciales como la salud y la educación”, asegura la ministra, quien en este gobierno cuenta con el presupuesto más alto de la historia del ministerio: cuatro mil millones de dólares para el fortalecimiento del sistema público, en el que se atiende sobre el 90 por ciento de la población y al que promete “un servicio digno, oportuno, de calidad, en un espacio decente, con buen trato y esperas más cortas”. 

En total, serán 20 hospitales, entre ellos el de Talca, Curicó, Linares y San Antonio; más otros 20 edificios en proceso de construcción y otros 20 que quedarán en etapa de licitación de obras y estudios técnicos.

“Para eso hay que optimizar los recursos y no dilapidar la platita que es de todos los chilenos”, asegura ella. Ya ha establecido una serie de convenios para la compra de camas y otras prestaciones en recintos de las Fuerzas Armadas o de la Universidad de Chile, mucho más baratas que las de la clínica Las Condes y que, no obstante, fueron ampliamente requeridas en la gestión de su antecesor, Jaime Mañalich. “Nadie llega a los ministerios para hacerlo mal —dice sobre la administración del médico nefrólogo—, la diferencia está en los focos y en la ideología. Tampoco sé si tendrá que ver con que el ex ministro haya sido director médico de la clínica Las Condes, pero es un dato objetivo que aumentó el gasto en la compra de servicios fuera del sector público; fundamentalmente fueron las clínicas Tabancura, Indisa y Las Condes”.

Pero lo que más descoloca a la ministra Molina son los siete hospitales y centros de salud familiar heredados del gobierno anterior y que presentan retrasos considerables o están con sus obras detenidas. “Teníamos un programa financiado, ‘justín’ como es siempre en salud, y nos encontramos con varios establecimientos que no estaban considerados en nuestro plan y de los que deberemos hacernos cargo, como el hospital de Puente Alto (del cual Piñera puso incluso la primera piedra), de Calama, entre otros que fueron abandonados. Hemos recibido llamadas de parlamentarios reclamando por su hospital”, dice la ministra que dejó los casos en manos del Consejo de Defensa del Estado.

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El sistema de salud privado es otro de sus frentes. “Me violenta. Las isapres marginan a las mujeres en edad reproductiva, a las personas mayores de 70 años, a las que tienen alguna enfermedad pre-existente. Hay que terminar con la discriminación. Actúan con una frialdad enorme; alguien que puso su plata toda la vida y que nunca se enfermó, pero pasan de los 55 o los 60 años y cuando necesitan de la isapre el gasto sube tanto que tienen que irse a otro lado o dejar de atenderse. Muchas de estas isapres funcionan como holdings y en sus manos tienen clínicas, centros de salud; así suben el valor de las prestaciones, por lo tanto aumenta el plan y se genera un círculo virtuoso para ellos y vicioso para las personas”.

—La Conadecus acaba de presentar una demanda en representación de los dos millones de personas que no alcanzaron a apelar por el alza de sus planes de salud. 

—A mí siempre me llegan las cartas avisando del reajuste pero las abro recién después de diez días y nunca alcanzo a hacer nada. También considero de la más alta injusticia lo que ocurre con las licencias médicas; si es por tres días no te la rechazan porque no te la pagan, pero las que pasan de los diez días las objetan prácticamente todas. Cuando se toca el sueldo a una persona y ésta debe ir al Compin y mientras tanto no le pagan, estamos ante un problema. Y el 90 por ciento de los chilenos vive con el sueldo al día. Es un tema que abordaremos en el consejo de expertos que creó la Presidenta, para proponer un cambio en la legislación que sigue invariable desde 1981.  

—¿Y qué siente cuando se dan a conocer las utilidades anuales de las isapres?

—Si pueden hacerlo bien y ganar plata, óptimo, ¿pero por qué tiene que ser tanto?, ¿no puede ser un poco menos y que la gente esté contenta? Hay que poner un marco jurídico adecuado y regular para que en esa maximización de las utilidades no se pisoteen los derechos humanos. La salud no es un bien de consumo. 

—Algunos creen que la salud es la siguiente revuelta social que se viene. 

—Bienvenidos sean los movimientos sociales; cuando hablan las personas hay que hacerles caso. Nunca habríamos salido de la dictadura si la gente no hubiera perdido el miedo y no hubiéramos empezado a tocar las ollas y a salir a la calle, entonces bienvenida sea la movilización social. A fin de cuentas eso es lo que realmente produce el cambio.

El tiempo de esta entrevista se termina. Afuera, su jefe de gabinete espera su firma urgente. Nos vamos, pero el reloj para ella no se detiene. 

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