Resulta saludable para el PPD la realización de una elección competitiva en la que los militantes podrán participar de la decisión acerca de a quién le corresponderá encabezar la organización durante un período que se vislumbra complejo y lleno de importantes decisiones relativas a la campaña municipal, a la política de alianzas, a la elección de candidatos al Congreso Nacional y a la campaña presidencial del 2013. Se trata de una directiva que dibujará el futuro del partido por un largo período, no por la duración de su mandato –que no debe exceder los dos años- sino por la trascendencia de las decisiones que deberá enfrentar.
Un partido democrático debe ser capaz no sólo de aceptar y vivir la competencia interna, sino que también tiene que dotarse de la organización necesaria para garantizar transparencia e igualdad de condiciones a las alternativas en disputa. La experiencia de la elección del 2010 no fue precisamente positiva al respecto, ya que el resultado definitivo atingente a los vice presidentes, sólo se conoció después de semanas de negociaciones e intervenciones de la Comisión Electoral y del Tribunal Supremo. Esto no debe volver a ocurrir. Tan importante como la limpieza del proceso es la oportunidad del resultado.
Pero no sólo eso es importante. Las elecciones deberían servir para reforzar un clima de fraternidad entre los militantes y dirigentes. De su resultado saldrán mayorías y minorías que deben respetarse. No parece razonable tratar de imponer una unanimidad que es manifiestamente falsa y que favorece a los que sólo pueden aspirar al control burocrático de la organización. En democracia, si lo que se busca es la aceptación de las ideas propias, lo natural es aceptar que otros también tengan sus ideas, y respetarlos.
Termina el período de la presidenta Carolina Tohá con ella como candidata a Alcaldesa de la comuna de Santiago, la principal de Chile, y habiendo logrado imponer en la Concertación su más importante ambición: que se realicen primarias para elegir los candidatos. Queda, sin embargo, el desafío de defender la legitimidad de la alianza con el Partido Comunista y el Partido Radical en las listas de concejales, una tarea en la que en el PPD no hay dos opiniones: defender la autonomía política del partido para engrosar la unidad opositora. No aceptamos vetos ni chantajes.