Por Francisco Vidal
Para los que votamos por Michelle Bachelet como Presidenta de la República, su éxito, el del Gobierno y el de la Nueva Mayoría, como fuerza sustentadora de este, constituye un compromiso a cabalidad. Esto lo digo en función de estar atento a cualquier opinión, decisión política y/o maniobra que pudiera afectar el éxito del objetivo principal. Es por esto que me preocupan las declaraciones de un dirigente tan importante de la Democracia Cristiana, como es Gutenberg Martínez, que, además, recientemente fue elegido con la segunda mayoría nacional en el consejo de su partido. Que un dirigente de ese nivel, militante del principal partido de la coalición, que sostenga -antes de cumplir cinco meses de gobierno- que la coalición tiene fecha de vencimiento, genera, en mi opinión, problemas para el Gobierno y la Nueva Mayoría. Para el Gobierno, porque coloca a sus equipos en una tarea que no tiene proyección ni trascendencia, es decir, que tiene fecha de vencimiento como el yogur. Para complicar la afirmación anterior, uno podría preguntarse: ¿y cuándo renuncian los ministros democratacristianos?, ¿antes o después de las municipales?, ¿antes o después de las primarias legales? ¿antes o después de la elección presidencial de 2017? Por lo demás, para toda alianza política que está en el Gobierno, uno de sus principales objetivos es trascender esa administración y ofrecerle al país un nuevo ciclo de acuerdo a un nuevo programa junto a los principios y valores de siempre. Por otro lado, tal afirmación de Gutenberg Martínez causa vulnerabilidad, desconfianza, e incertidumbre en el resto de los socios, porque estos se preguntarán si las decisiones que toma quien ha colocado fecha de vencimiento a la sociedad son en función de los intereses de dicha coalición o de intereses de otra naturaleza. En resumen, las opiniones de Martínez afectan al Gobierno y a la coalición.
Junto con lo anterior, “la vieja” -es decir, la Concertación- intenta a través de sus principales símbolos retroceder en el tiempo, como volver a los 90. “La vieja” aún no reconoce la derrota estratégica que tuvimos el 2006. Sacamos el 29% de los votos con nuestro candidato, y los ex concertacionistas Marco Enríquez-Ominami y Jorge Arrate obtuvieron el 26%. Si eso no es una derrota, no sé lo que es. Pero asimismo “la vieja” murió con mucha dignidad: estabilizó institucionalmente el país; hizo crecer como nunca en su historia la economía; adoptó políticas públicas relevantes, como la reforma penal, el Auge, la reforma previsional, las libertades culturales, y, fundamentalmente, la disminución sustantiva de los niveles de pobreza. Sin embargo, no pudimos con la desigualdad y con la segregación en la educación, la salud, la previsión y los derechos laborales, entre otros. Pero, además, “la vieja”, cada vez que compite con “la nueva”, en el voto ciudadano ha perdido. Por ejemplo, en las primarias de “la vieja”, los votos de Bachelet, Gómez y Orrego, que representan “la nueva”, alcanzaron al 87%. Mientras que “la vieja”: Velasco, alcanzó solamente el 13%. Aun más, en algunas primarias partidarias emblemáticas, como la de Valdivia, el representante de “la vieja”, Juan Gabriel Valdés, fue derrotado por Alfonso de Urresti, el representante de “la nueva”. Asimismo, algunas disputas parlamentarias corroboraron la afirmación. Por ejemplo: “la nueva”, con Girardi, derrotó a Undurraga en Santiago Poniente; “la nueva”, con Montes, derrotó a Alvear en Santiago Oriente; “la nueva”, con Harboe, derrotó a Sabag en Biobío Cordillera; y la “guinda de la torta” de estos ejemplos es que “la nueva”, con Navarro, derrotó a Escalona en Biobío Costa. En resumen, “la vieja” hizo una gran tarea, pero, por favor, dejemos espacio a “la nueva”.
Todo lo dicho anteriormente afecta a “la nueva”, y al éxito de la Presidenta Bachelet y su gobierno. La tensiona, la dispersa y la desordena. Por eso, la tarea más importante para asegurar el éxito de la Presidenta y su gobierno es que cerremos filas, reforcemos nuestra lealtad al Gobierno y cumplamos la palabra que comprometió la Presidenta, es decir, llevemos adelante el programa.