El lucro ha estado en el corazón de la polémica a propósito del conflicto educacional. También fue así hace 5 años atrás, cuando se produjo la movilización pingüina. Sin embargo, hay un sector muy influyente del país que ha planteado que el lucro no es un problema, que lo importante es la calidad de la enseñanza. Según esta visión, la objeción al lucro es ideológica e injustificada. Esta divergencia de opiniones ha hecho del debate educativo una especie de diálogo de sordos del cual debemos salir urgentemente. Quienes se resisten a discutir sobre el lucro deben preguntarse por qué reiterados movimientos estudiantiles ponen este tema al centro de sus reivindicaciones.
Si está satisfecho con la calidad de la educación que recibe, un estudiante puede ser indiferente al destino de los excedentes de su casa de estudios, sin embargo, muchos jóvenes no lo son. Probablemente, algunos de ellos piensan que su universidad podría ser aún mejor si dichos excedentes se reinvirtieran en mejorar la calidad de la enseñanza. Pero sus reclamos no se refieren sólo a eso y van mucho más a fondo. Existe la percepción de que el afán de lucro ha ido tomando el control del sistema educacional y hoy parece ser la principal fuerza que lo moviliza. La educación parece estarse convirtiendo en un negocio más. La expansión de instituciones lucrativas ha generado poderosas dinámicas que alejan al sistema educacional de los valores que esperamos que la animen y esa es la causa del descontento. Es un reclamo por poner otros valores, otras prioridades, en el corazón de la educación.
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