Durante los últimos meses, el debate político en Chile ha incorporado nuevos conceptos. Empezamos con la “retroexcavadora” del presidente del Partido por la Democracia y senador, Jaime Quintana; seguimos con los “corazones de las reformas tributaria y educacional”, tanto del ministro Arenas como del ministro Eyzaguirre; continuamos con los más “diversos matices” frente a las políticas del gobierno de Michelle Bachelet, por parte del presidente de la Democracia Cristiana y senador, Ignacio Walker; a renglón seguido, surgió la “piedra en el zapato”, concepto creado por el diputado Aldo Cornejo, presidente de la Cámara Baja, en directa alusión -a mi entender- al senador Ignacio Walker. El último aporte en terminologías es de nuestro monseñor Goic, quien ha hablado del “frenesí legislativo” del actual gobierno.
Iniciativas legislativas, políticas y administrativas del gobierno no son nuevas en la historia contemporánea de Chile. Por ejemplo, en 1920, el Presidente Arturo Alessandri tuvo un “frenesí legislativo” en materia laboral y social, la oposición rechazó estos proyectos y la historia no fue muy feliz. Ante el vacío de poder, generado por esta contradicción, los militares dieron un golpe de estado el 11 de septiembre de 1924. Posteriormente, los gobiernos del propio Arturo Alessandri, en su segunda administración; Pedro Aguirre Cerda; Juan Antonio Ríos; Gabriel González Videla y Carlos Ibáñez del Campo, sin duda, hicieron avanzar al país, pero no se les recuerda con ningún “frenesí legislativo”. La historia cambia con Eduardo Frei Montalva, con su “revolución en libertad” de hace 50 años, que sin los matices de Walker, emprendió profundas reformas estructurales, a través de un “frenesí legislativo” con amplia mayoría en la Cámara de Diputados y en minoría en el Senado hasta 1969. Ese gobierno avanzó.
Posteriormente, el Presidente Allende cumplió rápidamente su programa, a través de otro “frenesí legislativo”, que, sin embargo, al tener minoría en ambas Cámaras, su resultado fue parcialmente frustrante. En los 17 años siguientes se llegó a lo máximo del “frenesí”, cuando la dictadura militar refundó el país en una dimensión autoritaria en lo político y neoliberal en lo económico. En esta fase no podemos hablar de “frenesí legislativo”, porque el Congreso Nacional estaba clausurado y era reemplazado por la Junta de Gobierno y las comisiones legislativas, caracterizadas por su falta de “frenesí de pluralismo”.
Y volvió la democracia, a partir de 1990, y los gobiernos de Aylwin, Frei Ruiz-Tagle, Lagos y Bachelet, en su primera administración, lograron sustantivos avances en todos los planos sin “frenesí legislativo”. Ahora, en el presente, con Bachelet en su segundo periodo, tiene razón monseñor Goic, existe un “frenesí legislativo”, pero que responde nuevamente a la aspiración de transformar el país en un sentido de mayor libertad y justicia social, cumpliendo por parte de la Presidenta su palabra empeñada frente al pueblo, expresada en su programa y respaldada por una abrumadora mayoría en la segunda vuelta presidencial. Pero esta necesidad de “frenesí legislativo”, a diferencia de las experiencias de Frei Montalva y de Allende, cuentan con un buen respaldo, expresada en la mayoría obtenida por la coalición política que apoya a Bachelet, tanto en la Cámara como en el Senado.
Monseñor Goic no debe temer al “frenesí” cuando este no es otra cosa que cumplir la palabra -en consecuencia, cumplir el programa- sostenida y demandada su urgencia por la inmensa mayoría de chilenos y chilenas.