El estudiante Peñailillo

En 1995 Rodrigo Peñailillo se convirtió en candidato a la Federación de la Universidad del Bío-Bío, pasando por encima de todas las reglas tácitas para postular al cargo: no tenía ninguna experiencia como dirigente estudiantil, no había presidido el centro de alumnos de su carrera, Ingeniería Comercial, y, para peor, cuando lo intentó terminó siendo derrotado por una lista de derecha. Además, su campaña era precaria y en la mitad del proceso sus aliados políticos formaron su propia lista y lo dejaron solo.

De las tres candidaturas que se presentaban ese año para presidir la federación, la de Peñailillo era la más débil. Realmente, nadie apostaba demasiado por él.

A mover la UBB

A los 12 años, Rodrigo Peñailillo mantenía discusiones políticas en el Liceo Antonio Salamanca Morales de Coronel y era un lector asiduo de revistas como Cauce, Hoy y Análisis, las que compraba su tía Ruth Briceño, una profesora de química. A pesar de que su familia -salvo su papá, que había sido DC- no tenía militancia, a los 15 se inscribió en el PPD. La mayoría de sus amigos del liceo se pusieron de acuerdo para entrar a ese partido. Peñailillo no comentó en casa la decisión. Incluso, cercanos dicen que su madre solo se enteró dos años después.

En 1990, Peñailillo entró a Ingeniería Civil Industrial en la Universidad del Bío-Bío (UBB). A él le gustaba Ingeniería Comercial, pero no le alcanzó el puntaje. En septiembre de ese año se retiró de la carrera para dar nuevamente la PAA. Esta vez le fue mejor y entró a Comercial en la misma universidad.

La carrera se había creado solo un año antes, en la sede de Concepción. “Entramos 120 personas. Había un porcentaje importante de cuicos. Pero el perfil del Peña no era ese, por eso nos llevábamos bien”, recuerda Paola Largo, su compañera en la carrera y actualmente directora de administración y finanzas en el Centro de Formación Técnica Crecic, de la ciudad.

La familia de Peñailillo era de clase media baja. Él vivía en la casa de su tía Ruth en Coronel, junto a su abuela -quien tenía una pensión de gracia mínima- y a su madre, Rosa Briceño, una vendedora de seguros que había quedado viuda en 1982. El dinero le alcanzaba apenas para mantener a sus cuatro hijos. Todos eran estudiantes universitarios.

Diariamente, Rodrigo Peñailillo recorría 31 kilómetros en micro para llegar hasta la UBB, la única universidad estatal en Concepción. Viajaba por casi una hora y media desde Coronel. Peñailillo estudió con una beca universitaria de $10.000 mensuales de la época, para transporte y alimentación, y con un crédito que dejaba un margen que él mismo debía costear.

Apenas entró a Ingeniería Comercial, en 1992, comenzó a hacer trabajo político: con sus amigos conformó el PPD en la universidad y se convirtió en el secretario del centro de alumnos de la carrera, liderado por Luis Améstica, de tendencia izquierdista, quien años después se convertiría en el vicerrector de asuntos económicos de la UBB.

Un año después, a los 19, Peñailillo enfrentó su primera campaña: quería ser presidente del centro de alumnos de su carrera. “Rodrigo hizo una campaña distinta a lo que se acostumbraba en Ingeniería Comercial. En general, los candidatos eran bastante ordenaditos y formales, y Rodrigo, aunque hoy se ve muy formal, en ese tiempo era un cabro común y corriente. Me acuerdo que no se sacaba una casaca color mostaza”, cuenta Andrés Rivas, militante del PPD y su amigo en la universidad.

La campaña de Peñailillo fue a pulso, no tuvo recursos y los pocos carteles que colgó su comando fueron hechos con materiales donados. “En la carrera eran apáticos, pocos iban a votar. Y los de la otra lista, de derecha, eran más conocidos que Rodrigo, porque eran más viejos”, recuerda Paola Largo. El día de la votación, menos de la mitad de los alumnos de la carrera sufragaron. La lista de Peñailillo perdió: fue su primer fracaso electoral.

Una persona que vivió de cerca el proceso dice que, más que la derrota, le dolió perder la oportunidad que tenía para ascender en su carrera política y postularse al año siguiente, por el PPD, a la Federación de la Universidad del Bío-Bío.

En vez, se quedó apoyando la federación por fuera, en calidad de asesor y se dedicó a trabajar por su partido y a desarrollar vínculos con dirigentes de las carreras. También comenzó a asistir a todos los trabajos voluntarios posibles de su universidad. En 1994 fue con Andrés Rivas a Futaleufú, en la X Región. Instalaron un tendido eléctrico de cuatro kilómetros. “Rodrigo era más entusiasta que hábil en los trabajos voluntarios”, recuerda Rivas.

Allí decidió lo que haría el próximo año: postularse para dirigir la Federación de Estudiantes de la UBB.

En 1995 comenzaban las movilizaciones estudiantiles que pedían soluciones al gobierno de Eduardo Frei Ruiz-Tagle para mejorar el acceso a la educación superior, incrementando el financiamiento. En ese ambiente político, Peñailillo inició su campaña, tan precaria como la anterior: pintaba los lienzos en el suelo de la universidad y su grupo pegaba carteles de papel kraft con el eslógan “A mover la UBB”. Varios de los compañeros de universidad que lo acompañaron hoy tienen cargos dentro del ministerio de Interior: Ricardo Vásquez es jefe de administración y finanzas de la subsecretaría del Interior, Patricio Aravena es asesora del soporte informático, Eduardo Varela y Flavio Candia son asesor y encargado de la unidad de análisis estratégico, respectivamente, y Karen Escobar es encargada de la avanzada del ministro de Interior.

Vestido con ropa una talla más grande, desgarbado y flaco, Peñailillo solía hacer campaña en la Plaza de la Democracia, una pequeña rotonda al interior de la UBB, hablando a viva voz y agitando los brazos, tratando de convencer a los demás estudiantes. Nadie lo acompañaba en esos discursos.

En aquella elección, las listas eran abiertas y los puestos eran escogidos según la cantidad de votos de cada postulante. Rodrigo Peñailillo era uno de los pocos postulantes que militaban en un partido. “Mucha gente votaba por el Peña porque era simpático, buena gente y porque creían en sus planteamientos, pero no tenían idea de que él era del PPD. Pero eso no era un problema de él, era un problema de los tiempos que vivíamos, de desconexión importante de los estudiantes con la política”, recuerda Patricio Durán, compañero de curso de Peñailillo y actual gerente de Tucapel.

Eric Aedo, actual seremi de Bienes Nacionales del Biobío conoció a Rodrigo Peñailillo en los 90: “En esa época la UBB estaba marcada por alumnos que venían de un nivel socioeconómico más popular, con una mirada mucho más de izquierda, en una universidad donde había mayoritariamente hombres”.

Paula Oliva, hoy directora de Fosis del Biobío, fue la vicepresidenta de la lista de Peñailillo. “Rodrigo era, en ese tiempo, un poco como es ahora: un tipo muy seguro de sí mismo, alguien que creía en lo que hacía. Era mucho más joven que algunos con más training en la dirigencia de la universidad, pero lo seguían igual”.

Además de sus discursos en la plaza de la universidad, Peñailillo comenzó a recorrer sala por sala explicando por qué él era la mejor opción para la federación. Su cara y su discurso comenzaron a hacerse más conocidos y hasta logró llenar el gimnasio con alumnos que iban a escucharlo hablar, solo, en un escenario vacío. “A pesar de las diferencias económicas, a Rodrigo lo respetaban mucho en Ingeniería Comercial”, recuerda Paula Oliva.

Lo que no favorecía a Peñailillo era el contexto político y social en el que desarrolló su campaña. “En los 90 la democracia se estaba recién fortaleciendo. Muy tenue, con cuidado. La gente no quería cambios, pero a Rodrigo no le importaba eso. Él creía que la democracia nos iba a dar posibilidades”, recuerda Paola Largo.

Peñailillo se quedaba hasta tarde o d

ormía en casa de amigos después de pasar todo el día dando vueltas en la universidad. Rápidamente comenzó a hacerse más conocido y a tener más adherentes. Todo marchaba bien, hasta que vivió la primera traición política de su vida: un grupo de estudiantes que apoyaba a Peñailillo decidió dejar de ayudarlo y hacer una lista aparte, con el apoyo de Patricio Inostroza, militante del Partido Socialista y entonces presidente de la federación.

“Fue complejo, porque tuvimos que competir con amigos de la época, con quienes habíamos convivido por mucho tiempo. Pero pensábamos que Rodrigo tenía mejores condiciones para asumir la universidad”, recuerda Andrés Rivas.

“Lo pasamos mal en esa época, porque la traición de gente cercana duele aún más. Rodrigo quedó mal, porque él asociaba la lealtad con las convicciones”, dice Paula Oliva.

Sin embargo, la lista que se desligó de Peñailillo se retiró antes de las votaciones y finalmente compitieron dos: la de él y la de derecha. A fines de 1995, votó alrededor del 40 por ciento de los alumnos de la UBB. “Fue difícil la elección, no ganamos por mucho. De hecho, hubo un intento de anularla, porque fue muy estrecha”, recuerda Andrés Rivas. Rodrigo Peñailillo fue electo por primera vez presidente de la Federación de alumnos de la U. del Bío-Bío.

Ese día uno de sus amigos sacó una guitarra y comenzó a cantar. Él miraba la escena de pie. Alejado del tumulto, sin cantar ni bailar, Rodrigo Peñailillo solo sonreía.

Ubebitos

La casa de madera de la Federación de la UBB, en la calle Collao, era una de las construcciones más antiguas de la universidad. Era un pabellón de salas y oficinas. En el centro había una cafetería y un preuniversitario que administraba la misma federación. En esa casa Peñailillo durmió varias noches.

“Por el manejo político y el poder que tenía, el Peña tenía arrastre con las mujeres, pero nunca tuvo una polola oficial. Nunca lo vimos de la mano con alguien”, recuerda Paola Largo. Peñailillo era conocido por ser más mesurado que el resto de sus compañeros cuando salían a fiestas. Y demostraba constantemente que su mayor preocupación eran los problemas de la universidad.

Frank Sauberman, ex diputado de Renovación Nacional por la Región de Biobío, fue dirigente en la Universidad Católica de Concepción en el mismo tiempo que Peñailillo: “Rodrigo siempre tuvo un grado de formalidad, más que los otros. Siempre tenía la parada de dirigente. Nosotros no: terminaba la reunión y te ponías a hablar de otras cosas, de otra manera. Pero Rodrigo no salía del tema de presidente de la federación de estudiantes”.

La principal discusión de la época era avanzar en la cobertura educacional: mayor acceso a becas, pases escolares, becas de la Junaeb. Los principales problemas de los alumnos de la UBB tenían que ver con el crédito fiscal y el financiamiento de su arancel. Las becas y los recursos del Estado no alcanzaban para ayudar económicamente a todos y muchos alumnos quedaban sin estudiar.

En marzo, cuando se hacía el proceso de negociación de deuda y matrícula en la universidad, Peñailillo les preguntaba a todas las personas cómo les fue. El que decía ‘mal’ era anotado en una lista. Al finalizar el proceso, iba con la lista a negociar con el rector de la universidad. Algunos tenían que hacer más o menos esfuerzo, pero un cercano a Peñailillo dice que nadie quedaba sin matricularse.

Los principales logros de su federación fueron la creación de la primera sala cuna de la universidad, “Ubebitos”, y la construcción de las salas de estudio que existen hasta hoy. En 1996 fue reelecto en una campaña más fácil que la anterior. Esa vez votó casi el 70 por ciento de los alumnos.

En su segundo mandato, su formación política comenzaba a notarse. “Él ya tenía bastante proyección en el PPD. Era un dirigente estudiantil que convocaba a mil personas en asambleas de la universidad. Lo que él definía como presidente, se lo compraban entero los estudiantes”, recuerda Eric Aedo.

Durante el mandato de Peñailillo se hicieron protestas y los alumnos se tomaron la universidad por cerca de dos meses. Comenzaban las movilizaciones estudiantiles a nivel nacional, cuando la FECh era dirigida por el entonces PC Rodrigo Roco. “Recuerdo que llegamos a hacer una protesta y se puso a llover fuerte. La gente se empezó a ir, hablamos por el megáfono y ya no quedaba nadie. A Rodrigo su chaleco de lana mojado le llegaba hasta las rodillas”, dice Frank Sauerbaum.

Después de destacarse en las asambleas y debates, Peñailillo comenzó a dirigir la Confesur, donde estaban representantes de la UBB, Universidad Técnica Federico Santa María, Universidad Católica de Concepción e instituciones de Temuco y Valdivia.

“Lo que hace hoy como ministro, de manera más elaborada y con más elementos, se parece a lo que hacía como dirigente estudiantil. Generaba cambios, transformaciones, tenía ascendencia sobre el resto”, afirma Eric Aedo. “No lo veía a él en un liderazgo revolucionario, sino que buscaba transformaciones en marcos de acuerdo”.

Javier Sandoval fue dirigente de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Concepción: “Peñailillo tiene habilidades como operador político. Es un tipo capaz de vincularse y hacer síntesis rápidamente con las propuestas del ministerio, porque tenía lazos directos con los burócratas de la época”. Hoy, Sandoval es dirigente de la Federación Nacional de Pobladores, Fenapo, y del sindicato Cepech. También es integrante del Partido Igualdad y de Andha Chile.

Una de las personas con las que Peñailillo se reunió en 1997 fue con Martin Zilic, entonces intendente del Biobío. Zilic recuerda: “Peñailillo era respetuoso. Sabía para dónde iba, tenía una visión política clara. En ese sentido, apoyaba al gobierno”.

Las manifestaciones aumentaban en intensidad y Rodrigo Peñailillo aparecía en televisión, protestando con su voz aguda en la calle. Logró ser parte de la mesa directiva de la Confech, que agrupaba a 32 federaciones. Para ir a las reuniones en Santiago, viajaba en bus, tren y avión, y dormía en el piso de las salas de la Usach. El plan era juntarse con otras federaciones y tratar de conseguir mayores aportes fiscales para la educación, pero terminó siendo el capítulo más controvertido de la gestión de Peñailillo al negociar directamente con el Gobierno.

“La de Peñailillo fue una maniobra orquestada. Llega un momento en que la movilización se comenzó a desgastar y él contribuyó a que se dilatara: demoró los acuerdos, los entrampó. Lo crítico es que negoció por fuera y quebró la Confech. Desarticuló un movimiento que por primera vez hacía demandas estructurales desde los 80”, afirma Javier Sandoval.

Patricio Durán: “Peñailillo estaba en una encrucijada, como cualquier dirigente concertacionista en ese tiempo, de demandar al gobierno por soluciones que eran importantes para el estudiantado de bajos recursos. Tenía que hacer un gallito, pero tampoco con la fuerza necesaria para crearle un problema mayor al gobierno”.

El lunes 7 julio de 1997, Peñailillo y otros dirigentes firmaron un acuerdo ante el subsecretario de Educación, Jaime Pérez de Arce. La última oferta del gobierno de Eduardo Frei fijó un piso de negociaciones de 14 mil millones de pesos para el sistema de educación superior, monto que Sandoval consideró insuficiente.

“Muchos quedamos amargados. Uno era joven, idealista, y vimos que esto se cayó a pedazos porque algunos sacaron provecho para ellos mismos”, afirma Frank Sauerbaum.

Cercanos a Rodrigo Peñailillo tienen otra versión al respecto. Dicen que en esa reunión donde se asegura que firmaron un acuerdo, estaban los cuatro zonales y que no hubo firmas, que se realizó un acuerdo de palabra para terminar con las movilizaciones y que efectivamente no incluía ninguna reforma de fondo para demandas como el arancel diferenciado, que era uno de los pilares fundamentales. Dos días después, cuando Peñai

lillo ya estaba de vuelta en Concepción se enteró que Rodrigo Roco, junto a otros dirigentes, desconocían el acuerdo. Entonces volvió a Santiago e hizo una declaración pública condenando el hecho.

“Las universidades grandes de Santiago no tenían a los estudiantes en toma y la U. del Bío-Bío estaba tomada, fue la que más resistió, entonces tenían que darle una solución. No se logró lo que se quería, pero se aumentó el dinero para las universidades y eso fue en beneficio de todos, no solo de la del Bío-Bío”, dice un cercano a Peñailillo.

A fines de ese año, el movimiento estudiantil a nivel nacional decayó. Flavio Candia, brazo derecho de Peñailillo en la federación, se convirtió en su sucesor en el cargo.

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