por Pepe Auth
En cinco décadas estuve en innumerables partidos del Colo que atesoro entre los mejores recuerdos de mi vida. Buena parte de mi infancia transcurrió en las graderías del Nacional en los partidos dobles de las liguillas junto a mi hermano mayor, con un canasto que entonces a nadie se le habría ocurrido revisar, colmado de pan, fruta y bebidas que hacíamos durar esperando los desbordes de Mario Galindo que hicieron historia, los pases con lienza del Chamaco Valdés y, por supuesto, los goles de Vasconcellos, el Negro Ahumada y de ese verdadero genio del área Carlos Caszelly, entonces dando sus primeros pasos perforando redes.
La biografía de los millones de chilenos está marcada a fuego por las incontables alegrías que nos ha dado Colo-Colo. Recuerdo como si fuera hoy la alegría infinita que sentí en el Monumental cuando Barticcioto nos dio el triunfo sobre Boca con una volea inverosímil y cuando el Chico Pérez enganchó dos veces en el área chica y nos dio el triunfo en la final de la Libertadores.
Intento recordar partidos y se me viene a la cabeza una avalancha de clásicos contra la U, el que la dejó fuera de la Libertadores del 93 con un cabezazo de Rubio en el último minuto, el de la celebración de Espina desenterrando el banderín del córner y el gol de Pedro Reyes que hizo vano el mismo gesto de Castañeda celebrando su gol en el Monumental.
El recuerdo más vivo es el de Suazo corriendo por los pastos del Monumental tapándose los oídos celebrando su segundo gol en el 4 a 2 del 2006, al que aportó también Alexis, que comenzaba a brillar, y Ormeño, que seguía respondiendo en los momentos duros. La alegría fue tanto mayor porque era el primer clásico en el Monumental después de 3 años de castigo disciplinario contra el Estadio, que desbordaba de hinchas y de alegría, porque un triunfo categórico ante la U de Chile genera emociones ilimitadas. Pero como son los recuerdos y la vida, conversan en mi memoria la alegría infinita de ver al equipo de mis amores humillando a su consuetudinario contendor, con la pena de ser esa la última vez que pude fundirme en un abrazo a mi hermano querido, con quien compartiríamos la ansiedad previa al próximo triunfo del Colo ante la U en el Monumental.