De identidades y narcisismo político

Por René Jofré en La Segunda

Los movimientos sociales se constituyen respecto del sistema político, de las fuerzas que lo integran y de los cambios que se producen ahí. No funcionan aisladamente ni son un fenómeno prepolítico.

Así como la “revolución pingüina” fue el preludio del movimiento estudiantil de 2011, el cambio de signo del gobierno fue el detonante que terminó de constituir a otros movimientos sociales, que se condensaron en el estudiantil. La buena noticia es que este fenómeno nos proveyó, como sociedad, de un conjunto de narrativas, ideas y argumentos distintos de la consigna de que toda política pública es, antes que nada, “evidencia empírica e instrumentos correctos”, un enfoque que naturalizó la acción pública sectorial en estos años.

Los movimientos sociales, es cierto, son una amalgama de identidades y reivindicaciones, pero son también disidencias que fragmentan el antiguo orden de las cosas, son audiencias con más o menos información, son redes sociales, físicas y virtuales, que aciertan y fallan. Estos movimientos, además, coincidieron o hicieron suyas demandas que la opinión pública ha apoyado con persistencia. A un movimiento sin el amplio apoyo público que han tenido las demandas sociales le habría costado mucho más emerger.

Pero lo más importante es que las políticas públicas, además de lo empírico, son dispositivos que se juegan en imaginarios sociales e interacciones que resultan en una trama cultural que contiene identidades, narrativas y expresión. Es decir, ni más ni menos que las dimensiones más propias del campo de la política.

Aunque los movimientos sociales tampoco alcanzaron en este tiempo una plataforma común, ni objetivos totalmente compartidos, sí permearon la identidad de los partidos, las instituciones y la política. La visión liberal no alcanza a ver este efecto, o le importa menos que diseñar la alquimia perfecta para sus laboratorios mentales. Pero la socialdemocracia debe hacerse cargo de esta visión y es la izquierda la que juega mejor en este campo.

Esto es importante, ya que una interrogante válida sería: ¿Qué capacidad tuvo el gobierno saliente de interpretar la dinámica instalada en 2011? La respuesta más probable es que no tuvo ninguna. Pero tampoco la Nueva Mayoría fue mucho más allá y apenas propuso bosquejos para tratar de entender lo que había ocurrido.

Por ello, intentar interpelar esa fuerza social con categorías dudosamente psicopolíticas, como “narcisismo estudiantil”, muestra más una descalificación sostenida en la impotencia argumental que una genuina forma de invitar a un diálogo entre posiciones diferentes. ¿Qué puede ser más narcisista? ¿Hacer una rabieta pública o poner el interés en una acción colectiva de cambios que la mayoría de la población y un gran número de expertos consideran necesarios?

El nuevo gobierno deberá enfrentarse a todo esto, pero sobre todo deberá comprenderlo en plenitud, a riesgo de repetir los errores que la administración que termina cometió una y otra vez. Sobre todo, recordar que ese movimiento también fue parte de una idea política que, a tropezones, la Nueva Mayoría asumió y que le dio su nombre.

X
These kinds of dazzling details endow the idea with the feeling regarding manipulated energy very much like exactly what a high-powered rushing vehicle enhancing around the beginning grid. Jarno Trulli's personal, also in reddish like a dramatic scuff for the clear amethyst amazingly caseback, also accentuates the particular sports heart and fake rolex soul of the model. The combination with the intensive gray with this Cermet bezel as well as the glistening black with the throw carbon dioxide circumstance middle creates a great stylishly subtle and complicated effect.