Juan Guaidó sin duda es uno de los personajes de la política mundial y las relaciones internacionales en lo que va de este 2019. El Presidente de la Asamblea Nacional Legislativa de Venezuela, el día 23 de enero en una plaza en Caracas y a plena luz del día, se auto designó como Presidente “Encargado” de Venezuela invocando extrañas interpretaciones de la Constitución Bolivariana que solo cumple lo que le conviene, (por ejemplo, el cargo de encargado solo dura 30 días y desde su estrellato hasta hoy lleva 105 días). Su propuesta consistía en la creación de un gobierno interino de transición para convocar a elecciones libres indicando una fórmula de 3 requisitos para sacar a Maduro de forma “exitosa”: Respaldo en la ciudadanía, respaldo en la arena internacional y tercero el más importante; contar con el respaldo de las Fuerzas Armadas Venezolanas.
En fin, en estos 3 meses gobierno auto designado ha encargado de nombrar representantes “diplomáticos” (sin potestad ni poder alguno en los países enviados), gabinetes ministeriales (pero en el extranjero), apropiación de cuentas financieras del petróleo Venezolano en EE.UU, boicot y llamados públicos a que militares cometan traición y deserten, constantes salidas comunicaciones y operaciones políticas para alcanzar el “cese de la usurpación” de Maduro, acusándolo de ser un dictador, que ganó unas elecciones viciadas con un poder electoral (Comité Nacional Electoral, en adelante CNE) poco democrático. Sí, el mismo CNE que le dio la Victoria a Guaidó y a la mayoría opositora o el 2015 en la Asamblea Nacional.
Pero no todo es color rosa para el líder opositor, su fórmula de los tres requisitos para la salida de Maduro no han sido exitosas: En términos de popularidad el mismo establishment comunicacional mundial ha dejado en claro que el respaldo ciudadano a Guaidó en Venezuela ha ido disminuyendo, cada día existe menos unidad en torno a su imagen dejando a la vista claras fracturas en las filas de la oposición venezolana, como también la notable baja en las convocatorias de los llamados a movilización. En términos internacionales el panorama no es muy distinto, algunos de los países que lo recibieron como el “Presidente Legítimo” de Venezuela actualmente en sus declaraciones se limitan a llamarlo como un líder más de la larga lista de opositores a Maduro y nunca obtuvo el reconocimiento de Presidente por las grandes organizaciones supranacionales del Mundo, salvo la OEA. Mientras que en el plano militar aún es peor: Desde el principio nunca tuvo el apoyo de algún oficial de peso en ejercicio salvo pequeñas escaramuzas de patrullas desertoras, muchas que hoy han sido abandonadas (como quienes desertaron tras el concierto Venezuela Aid Live, en Cúcuta, Colombia) y engañadas. Todas tristes postales de su gobierno interino ante la opinión pública.
Frente a esta seguidilla de fracasos políticos y militares, el 30 de abril pasado Juan Guaidó cruzó la línea de la vía pacífica para la consecución de su golpismo: Llamó abiertamente a ciudadanos y militares a sumarse a la “Operación Libertad”, que sencillamente era un alzamiento militar que continuaría con un Golpe de Estado hacía el Palacio de Miraflores sacando a la fuerza a Maduro. ¿Se imaginan que en cualquier democracia occidental un opositor al gobierno llama abiertamente al ejército a realizar un Golpe de Estado? Sí, estaría en la cárcel.
Para el bien de la paz en Venezuela dicha operación fracasó: El saldo de militares desertores fue minúsculo y otra vez más salió en cuestionamiento la efectividad y convocatorias del líder autoproclamado. Un Golpe de Estado altamente televisado fue otro desacierto político militar de la decadente oposición venezolana a ojos del todo el mundo. Una intentona de los paladines de siempre: Estados Unidos y sus aliados.
Ante tanto fracaso cualquier político entra en desesperación y es obligado a usar sus últimas cartas: La política se le agotó y ni siquiera un Golpe de Estado pudo convocar. No le queda otra opción que pavimentar el camino mediático para fomentar y propiciar un clima de intervención militar extranjera de parte de Estados Unidos y sus países satélites en la región (Brasil, Colombia y Chile). Así es, autorizar que Marines Norteamericanos bombardeen e invadan tu propio país. Debe ser mucha la desesperación para cometer esa tremenda humillación nacional.
El frecuente intervencionismo de todo esta maquinaria golpista no trata de que si Maduro te gusta o no, sino de descifrar el motivo de toda esta orquesta donde se utiliza la misma retórica, un solo libreto, los mismos tiempos y una acción indisimulablemente fría, coordinada y programada, todo bajo el gran alero del halcón estadounidense que cuida su patio trasero llamado América Latina, en este caso específico al país petrolero, el cual una vive una crisis política, social y económica con fuerte desabastecimiento, corrupción, intervención y bloqueo foráneo. Es una irresponsabilidad tremenda que este nuevo bloque de paladines democráticos (EE.UU y sus satélites latinoamericanos) altere la legitimidad de las instituciones locales y propicie cambios de gobierno por la fuerza a plena luz del día. Quienes creemos en la autodeterminación de los pueblos, la democracia y el fin a la agresión imperialista debemos desearle al país caribeño una salida pacífica, democrática, con todos los actores de la sociedad política, pero siempre conducido por Venezuela y para Venezuela lejos de la bota militar yanqui.¿Será Juan Guaidó el primer “Presidente” (sea auto designado o no) en pedir una intervención de tropas militares extranjeras en su propio suelo nacional? La guerra es la continuación de la política y esta última se le agotó al Presidente Auto Designado: Una locura, pero una locura propia de un Presidente ficticio.
Emilio Cárdenas Castillo
Secretario Relaciones Internacionales JPPD