Un cuarto de siglo. Una edad joven para una persona, una edad madura para una institución política. Demasiados acontecimientos se suman sin cesar en la memoria, en el disco duro de algunas generaciones. Innumerables líderes, militantes, dirigentes y dirigentas que construyeron un surco democrático desde el crepúsculo de la dictadura militar.
Cuando nacimos, Pinochet gobernaba el país. La policía de su régimen aún perseguía a quienes denunciaban las sistemáticas violaciones a los DDHH. En la agenda pública estaba la tortura, los desaparecimientos, los enfrentamientos, las demandas por respetar algo tan esencial como la vida. Entonces la metáfora visual del arco iris sumo esa diversidad que parecía imposible.
Cuando se fundó el PPD, en diciembre de 1987, el miedo se respiraba en el país, era el oxigeno tóxico de los aparatos de represión del Estado. Fuimos un “partido instrumental” para vencer al tirano en un plebiscito. Nos despertamos temprano ese 5 de octubre. Una calma tensa extendió el día en muchas horas. Sonreímos con alivio y templanza cuando constatamos que el pueblo se había rebelado en las urnas. Nos abrazamos al otro día. Las anchas alamedas en cada rincón del país eran el patio de una fiesta ciudadana interminable. El No como una tronadura se escuchó en todo el país y el mundo.
Nacimos y en los meses siguientes, nuestra meta fue preparar a miles de apoderados de mesa y vencer al dictador con su propia institucionalidad. Pero nuestro compromiso con la democracia nos impulsó a continuar cuando la tarea había culminado: “estamos aquí para quedarnos” fue la frase que resumió ese anhelo de seguir ampliando la justicia social y las libertades ciudadanas. Fue la declaración de nuestra próxima obsesión: construir una democracia auténtica, tolerante y ciudadana.
En los 90 contribuimos de manera singular a la transición a la democracia en las presidencias de Patricio Aylwin y Eduardo Frei Ruiz-Tagle. Éramos uno de los partidos más jóvenes, corrimos el cerco de lo posible en la sociedad y el parlamento en temas como: la censura, el divorcio, la tolerancia, la descentralización, los pueblos originarios y las minorías sexuales. Al binomio dictadura-democracia, añadimos el dilema conservadurismo-progresismo.
El Presidente Lagos abre el siglo XXI y las puertas de La Moneda para todos sus ciudadanos. Michelle Bachelet se instala como la primera mujer Presidenta de Chile; aún esa imagen de tantas mujeres en la calle con una banda presidencial nos recuerda la profunda gesta de esa noche. Durante los cuatro gobiernos de la Concertación fuimos testigos y artífices de muchos cambios, de los cuales sentimos un legítimo orgullo. Pero también hubo frustraciones y a veces, importantes diferencias ideológicas que no supimos procesar a tiempo. A menudo, la gobernabilidad nos impuso una disciplina que homogeneizó los diagnósticos y apagó los debates.
En nuestros días la preocupante desigualdad del país nos impone una nueva agenda. Estamos convencidos que una nueva coalición más amplia y diversa debe reunir los esfuerzos de la centro-izquierda. La Concertación cumplió un ciclo y otro se abre hacia el futuro. Una nueva mayoría debe concentrar la energía de quiénes anhelan un Chile con más igualdad de oportunidades. El PPD no tolera esta desigualdad. Nos indigna y nos mueve a vencerla como alguna vez derrotamos a la dictadura militar. La gran lección de nuestra historia reciente es que se puede cambiar aquello que parece inmutable.
Estos 25 años nos encuentran en un momento excepcional de nuestro país. La profunda crisis de legitimidad de las instituciones democráticas, convive con un fortalecimiento de los movimientos sociales y estudiantiles, abriendo un capítulo inédito de participación ciudadana en temas tan trascendentales como la educación y un modelo sustentable de desarrollo. Ese neoliberalismo tan global e intocable, no logra apagar los anhelos de calidad de vida de los habitantes de Calama, Freirina, Pelequén, Coyhaique y Punta Arenas.
Los recientes resultados municipales no hacen sino exigirle a la oposición la madurez suficiente para ponerse de acuerdo y llevar a Chile hacia un horizonte de nuevas oportunidades para todos y todas. Los triunfos de Carolina Tohá, Josefa Errázuriz, Daniel Jadue, Álvaro Ortíz, Gervoy Paredes y Emilio Bocazzi representan nítidamente ese anhelo de cambio que demanda nuestra población. En ellas y ellos, y en tantos otros a lo largo del país, permanece una esperanza de unidad y cohesión para esa gran tarea de vencer la desigualdad.
Tenemos un itinerario claro para los próximos meses. Primarias para elegir a nuestro elenco al Parlamento y un Consejo Programático que establecerá las bases de nuestra aspiración democrática para la próxima década. Nuevamente la Presidenta Bachelet encuentra en nosotros un sólido respaldo, desde el primer el día, convencidos que ella sabrá llevar al país por la senda de mayor igualdad. Sabemos que es un camino largo. Estos cambios no ocurrirán de la noche a la mañana. Lo que si podemos afirmar es que el PPD jugará un rol trascendental en esa tarea. Para ello nos estamos preparando, desde nuestra identidad y con la impronta progresista y libertaria que nos ha acompañado en estos 25 años de historia.